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miércoles, 30 de marzo de 2011

MONTE RORAIMA


J.J.D.R
El Monte Roraima o Cerro Roraima, es el punto más elevado de la cadena de mesetas Tepuyes o Montañas Tubulares, que por su belleza y espectacularidad es una maravilla de la naturaleza en estado puro.


TEPUY RORAIMA

Situado en la sierra de Paracaima, en el macizo Guayánico, su meseta constituye la frontera natural de tres países sudamericanos, Venezuela, Guyana y Brasil, siendo el Tepuy más conocido y famoso del parque nacional de Canaima.


TRIPLE HITO FRONTERIZO EN LA MESETA DEL RORAIMA

El hito de dicha triple frontera, fue colocado en 1931 por una comisión Internacional.
La extensión de la meseta en la cima es de 31 kilómetros cuadrados, rodeado por todos lados de acantilados que superan los 400 metros de altura.


LAS NUBES ABRAZAN RORAIMA

Como una bufanda de blanca espuma, las nubes descansan entre los peñascos de las verticales paredes del Tepuy. Las cimas del Monte Roraima están consideradas las formaciones geológicas más antiguas de la tierra, perteneciendo al periodo precámbrico con una antigüedad de 2000 millones de años. De hecho, muchos científicos aseguran que, en éste preciso lugar, fue donde la tierra se quebró cuando aún era Pangea, dando lugar con la separación al nacimiento de los continentes.


PAREDES DE 400 METROS

Cuando uno observa la magnitud del pedazo de tierra que conforma Cerro Roraima, es lógico pensar que un cataclismo de dimensiones gigantescas ocurrió en el lugar, para que una masa tan enorme de tierra, quedase quebrada y solitaria como hoy la podemos observar.
Las especies vegetales de la meseta del Tepuy Roraima son endémicas, y por ello constituyen un auténtico museo natural botánico. Sobre la cumbre, formaciones rocosas formadas por la erosión durante milenios, han formado extrañas y peculiares figuras que salpican la meseta.
El punto más alto de la montaña es el Maverick Rock con 2810m, y se encuentra en el extremo sur de la planicie en territorio Venezolano. La Altura media de los picos es de 2500 metros sobre el nivel del mar.




Los Pemones (etnia sudamericana) del parque nacional de Canaima, llaman “Madre de todas las aguas”, a los ríos que en enormes cascadas son lanzados al vacío desde lo alto de la meseta. Estos ríos son el Kako, que desemboca en el Esequibo, el río Cotinga que fluye hasta unirse al Amazonas y, por último, el río Arobopó, afluente del Kukenán.



La ruta al Tepuy Roraima es conocida y famosa entre senderistas, mochileros y expertos alpinistas. Desde Brasil y Guyana es posible coronar la cima del Tepuy, pero dada su alta dificultad, se recomienda solo para expertos escaladores por su nivel técnico necesario. La ruta más conocida y por ende más transitada está del lado Venezolano.



Paratepuy es la localidad donde comienza la ruta. Se encuentra a 50 kilómetros de distancia de las oficinas de Imparques, donde se hace registro gratuito de los excursionistas, y es el lugar indicado para la contratación de guías y porteadores.



El siguiente punto es el campamento Tek, junto al río de mismo nombre, y a tres horas de la base del Tepuy Roraima. Desde éste punto hay que partir hacia el campamento Kukemán, también a orillas del río de idéntico nombre, desde donde ya se puede observar la escalinata natural que asciende hasta la cima.




Ésta escalinata o rampa natural fue descubierta y escalada por vez primera por Everad F. Im Thurn y Harry I. Perkins el 18 de diciembre del año 1884, entusiasmados por las descripciones que en 1596 hizo del lugar Si Walter Raleigh en su libro “Guiana”, y que ante la visión extraordinaria del accidente geográfico denominó “Montaña de Cristal”.





Otro lugar maravilloso y espectacular de nuestro planeta azul. La belleza y singularidad de nuestro mundo está plagado de lugares extraordinarios.
Rincones con embrujo salpican países y continentes cegando la vista del espectador, como si estuviésemos bajo los efectos de un hechizo arcaico que nos muestra la grandeza de la naturaleza.

martes, 29 de marzo de 2011

EL PUEBLO SHUAR ( LOS JÍBAROS REDUCTORES DE CABEZAS )


J.J.D.R
El antiguo y espléndido imperio Inca, fue incapaz de doblegar el espíritu de los Shuar. Pueblo guerrero e indomable, defendieron sus territorios de los ejércitos Incaicos con sangre y violencia. Durante mucho tiempo, las confrontaciones fueron cruentas y terribles, logrando expulsar de sus territorios a los Incas en el año 1490.

LOS SHUAR O JÍBAROS

Años después llegaron los conquistadores Españoles. Y, enseguida, comprendieron porqué, ni la fuerza de los guerreros Incas ni otras tribus de las regiones cercanas, habían sido capaces de doblegar a tan indómitos y aguerridos hombres.




Las incursiones Españolas desde 1549 fueron repelidas una y otra vez por los aborígenes. Cuando algún español caía en manos de los guerreros Shuar, eran decapitados y realizaban un ritual llamado “Tzantza” que terminaba con la cabeza reducida del infeliz abatido. Al contemplar estas costumbres, los españoles les llamaron Jíbaros (salvajes).

TZANTZA

Fue en el año 1599 cuando finalmente expulsaron a los españoles de sus territorios, habiendo quedado zonas como Morona Santiago y Chinchipe, sin ser conquistadas por los extranjeros, debido al terrible ardor guerrero que mostraron los jíbaros de la zona.
La fórmula que utilizaban los jíbaros para reducir las cabezas, se mantuvo en secreto hasta hace poco tiempo.


Cuando lo jíbaros entraban en contienda contra sus enemigos, una vez acabada la refriega, para poseer la fuerza y agradar a los espíritus de la guerra, el jefe vencedor cortaba la cabeza del jefe vencido. El resto del grupo pasaba a formar parte de los vencedores, sin mostrar por parte de ningún bando rencor, ira o deseos de venganza.
después se procedía a preparar la Tzantza.


Primero se realiza un corte desde la nuca al cuello para, acto seguido, tirar de la piel hasta desprenderla del cráneo desechando el cerebro, los ojos y las partes blandas, así como los huesos.
La piel se introduce en agua hirviendo, se le añade un caldo de liana y otras hojas que evitan que el cabello se desprenda. Aproximadamente durante 15 minutos la piel está sumergida. Si el tiempo es mayor, corre el riesgo de pudrirse. Al sacarla del agua, la piel ya tiene la mitad de su tamaño original. Es el momento de ponerla a secar. Una vez seca, se rasca la piel por dentro para quitar los restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción, frotándola con aceite de carapa justo después. Es en éste momento cuando se procede a coser el corte inicial. También los ojos y la boca se cierran como si fuera una bolsa. Se le añade una piedra o arena caliente. Se cuelga sobre el humo del fuego para desecarla, dándole forma al cuero con una piedra caliente. Es ahora cuando la cabeza acaba reduciéndose. Después se retira la arena o la piedra y se tiñe de negro toda la piel.


Los Shuar, término que significa gente o persona, son el pueblo amazónico más numeroso, cuyos territorios se encuentran en una amplia zona de Ecuador y Perú. Actualmente la cifra de individuos de dicha comunidad se estima en unos 80.000.


A pesar de que las zonas de influencia de este pueblo no está bien definida, en Ecuador se extienden por las regiones del río Pastaza, Upano, Zamora y Morona Santiago, ubicándose en Perú en el norte de sus regiones amazónicas.


A partir del año 1930 tras la llegada de los misioneros Salesianos, se unificaron los asentamientos repartidos por diferentes regiones. Esto provocó que en 1964 se estableciera la Federación Shuar. Pero muchos otros grupos decidieron desplazarse hasta zonas selváticas y aisladas.


Los Shuar basan su economía de la producción de los productos que cultivan; yuca, camote, maíz, palma de chonta y plátano. La caza y la pesca junto a la recolección de frutos e insectos, aportan a la comunidad lo necesario para la sustentación. Entre las comidas predilectas de los Shuar está la carne asada de mono y la carne de jabalí. Y uno de sus postres más especiales y suculentos son las hormigas asadas. La chicha es un brebaje con un altísimo grado de alcohol que se bebe asiduamente.


El mundo ritual de los Shuar es extenso en cuanto a dioses de su panteón espiritual. Pueblo animista veneran valles, ríos, cascadas, y en sí toda la selva, la cual creen habitada de espíritus que viven en ella. Así mismo cada acontecimiento de la vida, la creación del universo, la creación del mundo, la vida, muerte y las enfermedades, tiene su propio ser espiritual. El bien fluye a través de Etsa, el mal lo hace con Iwia, la fuerza la encarna Shakaim, el agua Tsunki, así cómo de la felicidad se encarga Nunkui.


Al fallecer, su espíritu (Arútam) pasará a otro ser ya sea un hijo o un nieto, y el proceso se repetirá de forma indefinida. La persona encargada de canalizar todas las influencias espirituales es el chamán o Uwishin, líder político y mediador entre lo divino y lo mortal.



Los hombres se encargan de la caza y la protección del pueblo dejando a las mujeres las labores de cultivo y las propias del hogar. Las viviendas son de forma elíptica- suelo de tierra, paredes con tablillas de chonta y el techo de hojas de palma-, con dos zonas diferenciadas, Ekent, área familiar para las mujeres y niños pequeños y Tankamash, destinada a los hijos varones y las visitas.


La vestimenta típica del Shuar es en el varón una falda llamada Itip hecha de algodón y pintada con tintes de colores, mientras que la mujer usa una túnica amarrada al hombro y atada a la cintura con un cordón.



Hoy día son muy reducidos los grupos jíbaros que aún viven en aislamiento. Es cierto que los que siguen residiendo en las profundidades de la selva, mantienen sus costumbres ancestrales. Sus territorios se extienden por zonas prácticamente inaccesibles dónde, por ahora, la civilización y su poderosa ola de destrucción no ha llegado. Sus cabañas de madera y cade, cobija a indómitos guerreros que se niegan a aceptar un solo modelo de vida y, a la espera de intrusos en sus territorios, las hogueras prenden encendidas para seguir ahumando la Tzantza.
                                              
                                              

Actualmente, el gran pueblo Shuar, está seriamente amenazado por las grandes compañías petrolíferas. La aparición de reservas de petróleo en sus territorios desde 1970 les está conduciendo lentamente al desastre. Sus zonas de caza y pesca se han reducido considerablemente y la contaminación de sus recursos naturales está mermando su población.

La sangre del pueblo Shuar está siendo contaminada progresivamente con cadmio y plomo que las empresas petroleras vierten en sus ríos impunemente, contaminando su medio natural de vida y diezmando sus recursos naturales.
Hoy día la maldición de los jíbaros, no consiste en pueblos belicosos con hambre de expansión y conquista. La gran amenaza que recae sobre la estirpe de éste gran pueblo amazónico, es el capitalismo corrupto, el egoísmo absurdo del ser humano unido a un progreso mal entendido, en el cual, la vida de seres humanos que decidieron un día no caminar bajo su influencia, sufren los pesares y la maldición de ver como su mundo ancestral cae derrotado sin poder hacer nada al respecto


Aportes y Datos:
Wikipedia
http://es.wikipedia.org/wiki/Shuar
Prensa:
http://elpolvorin.over-blog.es/article-petroleras-son-la-maldicion-de-los-jibaros-de-la-amazonia-50118796.html
http://www.ecoportal.net/content/view/full/51807



lunes, 28 de marzo de 2011

JOSEPH MERRICK ( LA TRÁGICA HISTORIA DEL HOMBRE ELEFANTE )


J.J.D.R.
La imperfección, absoluta y voluptuosa de formas picasianas, dibujaron su cuerpo desde pequeño. La irregularidad de su sombra, el escorzo imposible de sus miembros, su joroba, mochila cargada de espanto que sostuvo su retorcida espalda de por vida, recibió el oprobio y la crueldad de los que se rieron y jactaron de su deforme figura.

JOSEPH MERRICK
Joseph Carey Merrick nació en Leicester (Inglaterra) un 5 de agosto de 1862. Fue un niño sano en sus primeros meses de vida. Sus padres, Joseph Rockley y Mary Jane, vieron nacer a su primer hijo con la ilusión propia de cualquier joven matrimonio. Pero la felicidad se truncó en horror en poco tiempo. El pequeño Joseph, cuándo tan sólo tenía 18 meses de vida, comenzó a evidenciar en su cuerpo las protuberancias que, a la postre, harían de él un hombre desgraciado.
Los bultos se extendieron por todo su cuerpo. A la edad de cuatro años sus extremidades estaban ya deformadas y un desvío extremo en su cadera le impedía caminar con normalidad. Sus primeros años de infancia son un castigo cruel. Está imposibilitado para jugar con otros niños de su edad que además, se ríen de él y de su pequeño y deforme cuerpo. La edad de la inocencia nunca llegó a pasar por su vida. Jugar fue una palabra tan soñada como efímera y, aunque siempre tuvo el amor de su madre, su corazón y su alma pronto aprendieron el significado de la palabra soledad.
Su madre fue sin lugar a dudas quién iluminó su vida mientras estuvo a su lado. Cuando ella le faltó, su recuerdo, sus enseñanzas y la calidad humana que le inculcó, fue un faro siempre encendido a su lado que alumbró su camino hasta los últimos días de su vida.
Joseph era el primero de los tres hijos que tuvieron sus padres. Sus dos hermanos, William y Marion Eliza, nacieron sanos, lo que implicó que su madre se volcase con aquel que más atención necesitaba.

SU CUERPO ERA UNA CONTINUA DEFORMIDAD
Su madre quiso que Joseph aprendiese a leer y escribir. Ella lo había conseguido, aún viniendo de familia y condición humilde, hecho poco habitual en aquella época.
Joseph se crió bajo la exhaustiva protección de su madre. Las risas y burlas de los niños en el colegio eran constantes. En cada trayecto, de la escuela a casa y viceversa, Mary Jane tenía que disolver grupos de curiosos que se arremolinaban alrededor de su hijo para increparle o reírse de él. La dependencia del joven Joseph de la figura de su madre era total. El vínculo era tan estrecho entre ambos que sólo una gran desgracia o tragedia podía romperlo.
Y la tragedia llegó. El destino de Joseph Merrick quedó redactado en un período de tiempo muy corto. Primero falleció su hermano William en 1870 con tan sólo cuatro años víctima de la escarlatina, a quién siguió poco después, en el transcurso del mismo año, su hermana Marion Eliza de tan sólo tres.
La época del llanto y la pena había llegado. Con once años de edad Joseph recibió el peor golpe de toda su vida.
Una bronconeumonía arrancó a su madre de su lado en 1870. La enfermedad cortó su vínculo más sagrado dejando al joven Joseph sólo ante un futuro incierto de soledad y vacío absoluto.
La figura de su padre nunca fue decisiva en su vida. Quizás, nunca logró superar el trauma que supuso ver la deformidad creciente de su hijo. Quizás, tal vez, nunca vio a Joseph como a un hijo. De lo que estamos seguros, siempre en base a lo que Joseph contó años después, es que nunca se sintió realmente querido por su propio padre que, tras el fallecimiento de su esposa, socavó un enorme hueco entre ambos.
Joseph Rockley trabajó como cochero hasta que decidió montar un pequeño negocio con su esposa. Al poco tiempo de fallecer su mujer, se une sentimentalmente con su casera, la señora Emma Wood Anthill, quién tiene dos hijos y será la encargada de destrozar definitivamente la vida del joven Merrick.
Desde un principio la madrastra de Joseph siente asco y repugnancia hacía Joseph. No soporta ver la deformidad del joven, cada vez más pronunciada, y busca cualquier excusa para insultarle y pegarle. Ante tales conductas, su padre se mantiene al margen, el pobre Joseph se las tiene que ingeniar para mantenerse alejado de su madrastra. 


La situación se vuelve cada día más insoportable. Tanto Emma como sus dos hijos están hartos de que Joseph no aporte nada a la manutención de la casa. Incluso se lo hacen saber a su padre. Al principio éste justifica que no trabaje debido a sus problemas físicos, pero ante las continuas quejas de su nueva mujer, intercede para que su hijo gane un jornal en la fábrica de tabaco junto a su tío Charles Merrick. Aquí pasará dos años trabajando hasta que la tremenda deformidad de su mano le impide realizar sus funciones y es despedido.
De nuevo las injurias y el maltrato caen con todo el peso del odio sobre Merrick. En varias ocasiones decide escapar de casa y vagabundea por la ciudad pasando hambre y frío. Su padre sale en su búsqueda y consigue convencerle para que regrese a casa, asegurándole que las cosas van a cambiar. Pero nada cambió.
El cuerpo de Joseph se ha convertido en un sinfín de tumores gigantes que deforman su fisonomía. La escoliosis extrema y la desviación de su cadera convierten cada uno de sus pasos en un auténtico calvario. Para colmo de desdichas, su madrastra le propina continuas palizas, dejándole infinidad de veces sin comer, o sirviéndole las sobras como si de un perro se tratase.
En la búsqueda de una solución de trabajo para Merrick, su padre le consigue licencia de buhonero. Provisto de un carro y algo de mercancía se lanza a la calle con la idea de vender y conseguir algo de dinero que llevar a casa, afanado en calmar la inagotable violencia que altera la conducta de Emma y sus dos hijos.
La gente huye despavorida al ver la figura de Joseph. Un enorme tumor en la mandíbula hace que su voz suene ininteligible. La gente se aparta de él y no consigue vender nada. Su padre le da dinero todos los días para comer. Merrick, asustado e incapaz de llegar a casa sin una moneda en el bolsillo, pasa días enteros sin llevarse nada a la boca, trayendo de vuelta el dinero que le da su padre, haciéndolo pasar como ganancias de la jornada.
Sin poder aguantar más la situación, con tan sólo quince años, decide marcharse definitivamente. Unas pocas monedas y su carro es todo lo que se lleva. Durante días su hogar es la calle, dónde pasa hambre y frío, cobijándose al amparo de puentes alejado de las miradas de la gente.
Es de nuevo su tío Charles quién le ofrece su ayuda y su casa enterado de la situación en la que se encuentra. Llega incluso a discutir con su hermano Joseph, recriminándole que permita que su hijo vague en la calle, en vez de dispensarle el cariño obligado de un padre.
Los comerciantes de la ciudad se reúnen para pedir la nulidad de la licencia de Joseph. Alegan que espanta a los clientes y que su imagen grotesca y fantasmal, resulta ser de mala reputación para el gremio. En 1879 le retiran la licencia. En ése momento, Joseph Merrick vive con su tío, quién decide brindarle su casa el tiempo que necesite.
Durante dos años Merrick se alojó junto a sus tíos. Esperaban un hijo, y creyó que ya habían hecho más que suficiente por él.
Agradecido ante la voluntad y generosidad que mostró Charles con él, le expresó su decisión de abandonar la casa y pedir asilo en una Work House (casa de trabajo). La idea de ingresar en éste tipo de instituciones no era del agrado de Merrick. La mala fama precedía a estos centros dónde cama y comida eran moneda de cambio por trabajo realizado.
Su tío Charles no pudo oponerse. Lo intentó, pero Joseph se mostró inflexible. Un nuevo miembro llegaría a la familia de su tío en breve, y serían demasiadas bocas que mantener. La decisión estaba tomada.
Durante cuatro eternos años Joseph estuvo encerrado en la casa de trabajo. De lo que tuvo que soportar, poco se sabe, ya que Merick siempre pasó de puntillas sobre aquella etapa de su vida. Pero seguro que la experiencia fue horrible.
En la institución es imprescindible trabajar para lograr la manutención. Ha Merrick le ha crecido una protuberancia en la cara que se asemeja a la trompa de un elefante. Ya no se le entiende al hablar y apenas pueda digerir comida alguna. Como no puede trabajar, y con la excusa de la posibilidad de intervenirlo quirúrgicamente, lo trasladan al Leicester Infirmary, donde le quitan el gigantesco tumor de la cara que llegó a pesar medio kilogramo. Tras recuperarse de la operación, decide no volver a la casa de trabajo. Ahora puede comer adecuadamente y es capaz de hacerse entender correctamente.
Está decidido a emprender un nuevo rumbo. Enterado de que a la ciudad ha llegado un feriante llamado Sam Torr, decide hacerle una visita y pedirle trabajo como atracción de feria.  En cuanto el astuto feriante tiene ante sus ojos a Merrick, se percata de que puede hacer dinero, incluyéndolo en su espectáculo bajo el título de “El Hombre Elefante”.


De ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, Merrick es exhibido como una bestia humana. De la feria de Torr pasará a la de Tom Norman. Aunque la crueldad del simple hecho de exhibir a alguien como una atracción de feria, por el hecho simple de ser diferente, esté fuera de toda discusión, Joseph Merrick siempre se mostró agradecido para con Tom Norman.
La feria ambulante se instaló cerca del hospital Real de Londres en 1884, concretamente en el 123 de Whitechapel Road.
Los estudiantes de medicina pasaban diariamente por la feria y asombrados observaban la morfología de Merrick. Entre tantos comentarios al respecto, ante la fama que adquirió en el hospital la presencia del hombre elefante, los comentarios llegaron a oídos del afamado médico Frederick Treves, cirujano jefe del hospital de Londres, que no dudó en visitar la feria. La imagen del cuerpo de Merrick lo dejó helado. Impresionado por la enfermedad del hombre, le pide a Merrick que le deje examinarlo en profundidad. A Joseph le ha crecido otra vez el tumor de la cara y vuelve a tener problemas al hablar. El médico interpreta esta deficiencia con un trastorno mental del joven, pero apenas tiene tiempo de examinar a Merrick. Las ferias estaban muy controladas en aquella época y las denuncias por indecencia al exhibir a Merrick, terminan con el cierre de la feria.


En la vida de Merrick aparece un nuevo personaje llamado Ferrari. Es feriante al igual que Tom Norman, y negocia con éste para que le ceda a Joseph. Su idea es incluirlo en su espectáculo lejos de Inglaterra. Tom acepta la propuesta y Merrick pasa a depender de su nuevo jefe. Antes de emprender la marcha, el doctor Treves entrega a Merick una tarjeta con su nombre y dirección, indicándole que acuda a verle siempre que quiera.
La feria de Ferrari parte hacia Bélgica en 1886. Una vez que comienzan a establecerse por pueblos y ciudades, se percatan de que las leyes son incluso más estrictas que en Inglaterra, y allá donde van, su espectáculo es cerrado.
Es una mala época para el bueno de Joseph. Al no poder trabajar, el condenado Ferrari abandona a Merrick a su suerte robándole los pocos ahorros que tenía, y dejándolo sólo en un país desconocido cuyo idioma es una barrera insalvable. Angustiado y muerto de terror no sabe hacia dónde dirigirse. Consigue vender alguna pertenencia que tiene. Con el dinero que saca logra llegar a Ostende, compra un billete para embarcarse rumbo a Inglaterra, pero con la condición de que no se mezcle con el pasaje. Durante todo el trayecto estuvo escondido en un rincón de la cubierta del barco. Los huesos del cuerpo le dolían y el frío intenso y la humedad le provocaron neumonía. Una vez atracó el barco en Dover cogió un tren hacía Londres. También durante éste viaje, se mantuvo escondido de la gente, hasta que llegó en diciembre de 1886 a la estación de Liverpool Stret. 

GORRO DE MERRICK


Cuando se apeó del vagón, inmediatamente una muchedumbre de gente le rodeó. Joseph intentó esconder su rostro bajo la capucha de su capa. Pero le fue imposible deshacerse de la gente que le insultaba y le trató como si fuese un monstruo. Tal fue el caos que se originó a su alrededor, que Merrick perdió los nervios y asustado comenzó a gritar desconsolado pidiendo auxilio. Parecía que se había vuelto loco. Contorsionaba su cuerpo de un lado a otro dejando escapar con gestos extraños toda su rabia, toda la ira, todo el miedo acumulado durante tantos años.
La policía hizo acto de presencia enseguida. Cuando Merrick los vio, sólo tuvo fuerzas para entregarles la tarjeta que le dio el doctor Treves dos años atrás. Después se derrumbó en el suelo perdiendo el conocimiento.
Avisado el doctor Treves por la policía acudió de inmediato. Al ver el estado en que se encontraba Joseph, sin dudarlo un instante, lo trasladó al hospital ingresándolo de incógnito en una habitación. El hospital no albergaba a enfermos crónicos, lo que significaba que Merrick pronto estaría de nuevo en la calle.



El doctor Treves se enfrentó a serias dificultades por parte de los gerentes del hospital. Corrió peligro incluso su puesto de trabajo. Pero con todas sus fuerzas, y sobretodo movido por una extraña sensación de protección y curiosidad hacia Merrick, logró pactar una solución con el hospital. Pondría un anuncio en los periódicos. Daría a conocer el extraordinario caso de Joseph al mundo, y pediría donaciones que servirían pasa aposentar a Merrick en una habitación del centro sin coste alguno para el hospital. Así, además, el doctor tendría la oportunidad de estudiar en profundidad la enfermedad de Joseph. Merrick, a todo esto, tan sólo pedía que llegado el caso, si no se conseguía la suma necesaria, en ningún caso fuese llevado a una casa de trabajo. Pedía que se le trasladase a un centro de ciegos, donde no podrían ver su monstruosa figura y sentir pánico al verle.


Pero en aquella ocasión la vida dio un respiro al desdichado de Joseph. La princesa de Gales Alexandra y el Duque de Cambrige se interesaron por Merrick, y llegaron a conocerle el 21 de mayo de 1887. A partir de entonces, en la que sería, a pesar de su juventud, la última etapa de su vida, Joseph Merrick por fin tendría un hogar y la paz y tranquilidad que nunca tuvo.
Se le habilitó una habitación cómoda y sencilla en el hospital. Al fin Joseph pudo dedicar tiempo a la lectura, su gran pasión. Se podía pasar todo un día leyendo novelas románticas y mirando a través de la ventana las flores del jardín. El doctor Treves quedó impresionado con la educación exquisita de Merrick. Podían pasar largas horas hablando y Treves comprobó realmente cual era el nivel intelectual de Joseph.

CARTA ESCRITA POR MERRICK
Recibía cartas de gente anónima que se preocupaban por él. Contestaba con elegancia y exquisito trato las misivas, y se sentía con fuerza y ánimo hasta para salir a pasear de vez en cuando. La gente que se acercó a conocer al hombre y no al monstruo, halló a u ser extraordinario y con una sensibilidad especial. Una vez, una señora le tendió la mano. Aquel gesto tan simple de amistad, hizo que Joseph Merrick rompiese a llorar. Nadie, a excepción de su amada madre, se atrevió a tocarle, ni siquiera para mostrarle un gesto de amistad, simpatía o cariño.

ESQUELETO DE JOSEPH MERRICK

Comenzó a escribir sobre sus pensamientos y sentimientos íntimos, ofreciendo al mundo la visión de un hombre capaz de no guardar rencor a la gente que le vilipendió, humilló, e hizo de su vida un infierno. Su manera de expresar su sentimiento de culpa ante su propio aspecto lo define de esta manera;

Es cierto que mi forma es muy extraña, pero culparme por ello es culpar a Dios; si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo me haría de modo que te gustase a ti.
Si yo fuera tan alto que pudiese alcanzar el polo o abarcar el océano con mis brazos, pediría que se me midiese por mi alma, porque la verdadera medida del hombre es su mente”.

Con tan sólo 27 años de edad falleció un 11 de abril de 1890 mientras dormía.
Debido a su desmesurada cabeza, Merrick tenía que dormir sentado para evitar la asfixia. En un principio se pensó que fuese la causa de su muerte, al obstruírsele la tráquea pero, hoy día, se apunta la posibilidad, casi unánime, que se fracturase el cuello debido al peso de su enorme cabeza al quedarse dormido.

CRÁNEO DE MERRICK

Joseph Merrick está considerado por la ciencia y la medicina, como el caso más extremo de deformidad hasta el momento conocido. Según los últimos estudios basados en las investigaciones llevadas a cabo aún en vida de Merrick y, más tarde, gracias a su esqueleto y las mascarillas que se realizaron de su rostro y sus miembros, los médicos apuntan a que padeciese en grado máximo el “Síndrome de Proteus”.


Aún hoy día se debate sobre el caso extraordinario de Joseph Merrick. El doctor Treves se dedicó a estudiar en profundidad a Joseph. Llegó a considerarlo su amigo, y, en una ocasión, tiempo después, cuando le preguntaron que fue lo que más le impresionó de Merrick contestó:

Una cosa que siempre me entristeció de Merrick era el hecho de que no podía sonreír. Fuera cual fuera su alegría, su rostro permanecía impasible.
Podía llorar, pero no podía sonreír”.

MÁSCARA MORTUORIA DE MERRICK

La fortaleza de carácter y su extrema sensibilidad dejó una huella indeleble en su recuerdo. Tal es así que, el antropólogo Ashley Montagu de la Universidad de Princeton, escribió un extenso trabajo sobre la cualidad humana de Joseph, que tituló, “Merrick, El hombre elefante, un estudio acerca de la dignidad humana”.


DOCTOR TREVES




Joseph Merrick falleció sin conocer el amor. Se fue de este mundo sin saber que se siente al amar o ser amado, sin albergar en su corazón la esperanza de disfrutar, por un instante, lo que sentía cualquiera de los personajes de las novelas románticas que tanto gustaba leer. Su vida transcurrió entre la violencia y el insulto continuo, entre la más absoluta indiferencia y el miedo de la gente que le rodeaba.


Se durmió un día y falleció, para al fin dejar de sufrir.
Murió sin poder mostrar su alegría. 
Por un segundo, imagínense no poder sonreír nunca.
Joseph Merrick vivió encarcelado en su propio cuerpo.
Las rejas de su prisión fueron sus deformados miembros y los gigantes tumores que salpicaron su fisonomía.
A pesar de su sufrimiento y el calvario que pasó, al menos en el último periodo de su vida, en su interior, en lo mas hondo de su ser y su mente, Joseph Carey Merrick... fue libre.





sábado, 26 de marzo de 2011

OSWALDO GUAYASAMÍN


J.J.D.R
Oswaldo Guayasamín nació en Quito (Ecuador) un día 6 de julio del año 1919. La ciudad andina de la mitad del mundo vio nacer al que será considerado uno de los grandes genios del arte contemporáneo. Su padre era indígena de ascendencia quichua y su madre mestiza. Oswaldo Guayasamín siempre se sintió orgulloso de sus raíces, que nunca dejo a un lado, sino todo lo contrario, dedicó gran parte de su vida en buscar a través de su obra la profundidad de sus raíces andinas.


EL GRITO

La infancia de Oswaldo resultó dura y nada confortable.
Su padre era carpintero, pero el jornal ganado en la madera, nunca sufragó las necesidades que requería mantener diez hijos y el transcurrir del tiempo le llevó a desempeñar trabajos de taxista y camionero.
Pero la miseria nunca pasó de largo por la casa de Oswaldo.
Con tan sólo ocho años ya demuestra sus dotes artísticas. Hace retratos de los profesores y de sus compañeros y, rápidamente, su habilidad para con el manejo de los útiles de dibujo impresiona a los que le rodean. Animado por las alabanzas que le propinan, comienza a diseñar pequeños cuadros de cartón que vende entusiasmado ganándose alguna que otra moneda.


Decidido a ingresar en la escuela de bellas artes, tendrá que luchar primero contra la negativa de su padre. Aún así, decidido a no dejar a un lado la ilusión de su vida, se matricula en la Escuela de Bellas Artes de Quito, dónde perfilará sus dotes de maestro y cultivará la raíz magistral que lleva dentro que no tardará en nacer de su pincel exquisito y desgarrador.
En 1941 se matricula en pintura y dibujo. Su sueño se ha hecho realidad. Tan sólo un año después, con 23 años, consigue exponer sus primeros cuadros.


El impacto de su obra crea incertidumbre y numerosas quejas por parte de críticos del arte. Pero su talento no pasa desapercibido. La fuerza de sus creaciones es magnífica, rompe con el orden definido, dibuja en el panorama artístico del momento una forma nueva, definida y personal, que soslaya cualquier crítica e impacta de lleno en el espectador. El magnate y multimillonario Nelson Rockefeler queda maravillado con la exposición y compra varios cuadros.

La vida artística de Oswaldo Guayasamín a comenzado, a partir de entonces la trayectoria de sus siluetas sobre el lienzo se ganarán el favor del público de medio mundo. En 1952 ganó el premio de la Bienal de España con 33 años y, poco después, el Gran premio de la Bienal de Sao Paulo.
Su carácter luchador e inconformista le hace valerse de la amistad de grandes personajes que le acompañaran a lo largo de su vida. Figuras como Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Fidel y Raúl Castro, Francois Miterran o Rigoberta Menchú, serán admiradores de su obra y realizará de ellos magníficos retratos.

LA TERNURA

Sus viajes por Perú, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile o Uruguay, marcarán su visión del continente, que reflejará posteriormente en sus obras. El sentir de su pueblo, las miserias del hombre, la pobreza y las injusticias, las raíces de un continente marcado por el dolor, serán plasmados por Oswaldo en sus cuadros con la crudeza y violencia del un sentimiento irrefrenable de narrar el horror del ser humano;
Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el hombre hace contra el hombre”.


Fue elegido en 1971 presidente de la casa de la cultura Ecuatoriana. En 1976 creó la fundación Guayasamín en Quito, donando sus obras y colecciones como patrimonio para su pueblo. Los premios se multiplican en la vida de Oswaldo. Por todo el mundo recibe condecoraciones artísticas, así como títulos de Honoris Causa tanto en América como en Europa. Países de todo el globo le rinden homenaje. Desde Rusia a China, de México a Cuba, México, Italia, Colombia, EE.UU y España, por citar algunos. Precisamente en España en 1978 es nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, un año después, miembro de honor de la academia de Artes de Italia. En 1992 recibe el premio Eugenio Espejo, máximo galardón cultural del gobierno de su país.


Como muralista, sus obras están repartidas igualmente por medio mundo, decorando museos, parlamentos o, como en el caso de París, la sede de la UNESCO.
En el año 1996 comenzó un proyecto que denominó “Capilla del Hombre”. Un espacio cultural donde contemplar arqueología, arte colonial, arte contemporáneo y su propia obra. 

CAPILLA DEL HOMBRE

Desgraciadamente no pudo ver completado su sueño. El día 10 de marzo de 1999, a la edad de 79 años, fallecía el maestro. Sus restos fueron depositados bajo un árbol que plantó tiempo atrás en un rincón de su casa, y que ahora es conocido como árbol de la vida.


Sobre la loma de Guanguiltagua, junto al parque Metropolitano de Quito, hoy se extiende sobre una superficie de 20.000 metros cuadrados el proyecto finalizado de Guayasamín “Capilla del Hombre”. Distribuido en varias zonas la vida del artista se respira en cada rincón. La capilla del Hombre, la Casa Taller de Guayasamín (donde pintaba y esculpía), el museo de la fundación y por último el árbol de la vida.

OSWALDO GUAYASAMÍN

Su pintura tuvo varias fases bien definidas; La primera Retrospectiva, Huacayñán, La edad de la ira, La ternura (dedicada a su madre y a todas las madres del mundo), Paisajes y flores, Retratos, Murales y por último sus esculturas.

MURAL

Fue estando de vacaciones en Ecuador, concretamente en San Isidro provincia de Manabí, cuando conocí de la obra de Oswaldo Guayasamín. Perdido entre un maravilloso paraje de verde follaje y lomas empinadas, disfrutaba de un maravilloso día de campo en la finca de un conocido. Bajo la grata y siempre dispuesta hospitalidad de la gente Ecuatoriana, nos disponíamos a comer cuando un enorme y colorido cuadro llamó mi atención. Sobre un fondo negro, dos torsos desnudos se abrazaban, pintados con tonalidades de colores vivos y llamativos. Resaltaban del cuadro unas enormes manos que acariciaban el cuerpo de una muchacha. Del conjunto del cuadro me llamó poderosamente la atención la composición artística de las manos. Eran manos grandes, de enormes dedos, manos desgarradoras, falanges gigantes llenas de vida. Pregunté por el autor de la obra y nuestro amigo me dio su nombre; Oswaldo Guayasamín, me dijo, un gran pintor Ecuatoriano.


La imagen de aquel cuadro me impresionó. Más allá de su belleza, fue su fuerza y el detalle marcado de aquellas grades manos de gigante lo que me perturbó y quedó marcado en mi memoria. Pensé entonces que a mi llegada de vuelta a casa, averiguaría mas cosas sobre su autor.
Cuando de vuelta a España llegamos a Madrid, he de reconocer que, tras unas vacaciones inolvidables, mi mente estaba ocupada en miles de recuerdos y gratas alegrías que guardaba en el corazón, en mi cabeza y algunas en la maleta.

AUTORETRATO

Fue entonces cuando, de nuevo, las mismas líneas agigantadas y figuras deformadas aparecieron delante de mí en la Terminal T4 del aeropuerto de Barajas.
Un enorme mural de 120 metros cuadrados de acrílicos y polvo de mármol me dieron la bienvenida. Era Guayasamín otra vez. De nuevo me perturbó su pintura y su grandeza, y de nuevo frente a mí brillaba la obra del maestro Ecuatoriano.
Fue entonces cuando decidí saber más de él.
Fue entonces... cuando tuve la fortuna de haberlo hallado.







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