jueves, 10 de marzo de 2011

LA CUEVA DE LOS TAYOS, ECUADOR


J.J.D.R
En la cordillera del Cóndor, al norte de Ecuador, los Shuaras, delimitan sus ancestrales territorios anclados entre el progreso y sus antiguas costumbres indígenas.

MAPA DE ECUADOR

El pueblo Shuar, antiguos Jíbaros- nombre que les pusieron los conquistadores españoles, y término éste que no es de su agrado-, llevan recorriendo las inmediaciones del río Santiago y las selvas ecuatoriales durante siglos. En su extenso territorio, inaccesible en muchos tramos, no existe un lugar o camino que, en algún momento, en el pasado o ahora en la actualidad, haya quedado inadvertido para sus pies aún descalzos.

NATIVO SHUAR


Un tayo es un ave de mediano tamaño que vive en las cuevas. Los polluelos del tayo, pueden llegar a ser más grandes incluso que sus progenitores, debido al volumen de grasa que acumulan en sus primeros meses de vida. Los Shuaras gustan de cazar éstos pájaros. Tras freírlos, usan el aceite que libera el cuerpo del ave para cocinar e, incluso, componer medicamentos. La selva ha regalado a los Shuaras todo lo necesario para subsistir en región tan difícil e inhóspita.

MORONA SANTIAGO

De la vida de los nativos, supo en gran medida el Padre salesiano Carlo Crespi que, en su incursión en el oriente ecuatoriano, durante décadas, convivió con los aguerridos indígenas ganándose su afecto y respeto.
El padre Carlo Crespi Groci (1891-1982) nació en Milán, y llegó a Ecuador en el año 1927, estableciéndose como párroco en la iglesia de María Auxiliadora en la localidad andina de Cuenca. Durante mucho tiempo, el párroco recibió de manos de los nativos Shuaras asentados en la región de Morona Santiago, innumerables objetos valiosos, los cuales eran hallados por los nativos en lugares recónditos y escondidos de la selva. Como es lógico suponer, el padre Crespi comenzó a indagar sobre la naturaleza de aquellas piezas extrañas y antiguas que, en muchos casos, eran de oro y su valor, indudablemente, era muy elevado.

TABLILLA 

Al cabo de un tiempo consiguió el padre Crespi que los nativos le revelasen el lugar donde se encontraban tan misteriosas piezas arqueológicas. Sobre una elevación del terreno, a unos ochocientos metros y bajo un tupido manto de espesa vegetación, le señalaron una estrecha cavidad que se abría paso en la roca de una loma. Sin duda se trataba de una cueva de grandes dimensiones. Crespi quedó maravillado y, aún más, al escuchar las experiencias que contaban los nativos sobre la profundidad y magnitud de aquella cueva llamada por los Shuar “Cueva de los Tayos”.

CUEVA DE LOS TAYOS

La profundidad de la cueva es de sesenta metros, siendo indispensable para su acceso, deslizarse por mediación de cuerdas. La longitud de la misma no se conoce. Tan sólo los tayos, que utilizan en la negra oscuridad de la caverna su sistema de ecolocalización, a modo de radar, igual que hacen los delfines y murciélagos, saben dónde acaba este mundo subterráneo. Incluso debido a tan magna oscuridad, la luz de focos y lámparas muere enseguida entre las rocas del subsuelo de la cueva.

INTERIOR DE LA CUEVA

Carlo Crespi recibió de los Shuaras una cantidad de material sumamente alta. Entre las figuras y objetos que le entregaron, destacaban varias planchas supuestamente de oro, en la que aparecían grabados extraños y signos de un lenguaje incomprensible.


Con el beneplácito de los nativos, Crespi se llevó el material a su iglesia en Cuenca, y en el año 1962, pidió permiso al vaticano para abrir un museo donde exponer las extrañas piezas. En 1962, tan sólo dos años después, un incendio destruyó parte del museo y despareció gran parte de los objetos.
Para Carlo Crespi, el significado de los grabados de las planchas encontradas en la Cueva de los Tayos, no era otro que la historia de una civilización tiempo atrás desaparecida, antidiluviana, que había dejado constancia en las citadas planchas de su ancestral civilización.
Leyendas antiguas ya hablan de civilizaciones intraterrestres en diversos puntos de Sudamérica y también de Norteamérica. Incluso Crespi y otros acérrimos defensores de ésta hipótesis, creían que dichas civilizaciones podían ser en todos los casos una misma, cuyo mundo subterráneo estuviese horadado en las entrañas de una tierra hueca.

JUAN MORICZ

Las ideas de Crespi fueron secundadas y ampliadas por el espeleólogo aficionado y estudioso de leyendas tribales Juan Moricz. Este húngaro nacionalizado argentino, llevaba tiempo tras la pista del paradero de diferentes cuevas, tanto en Argentina, Bolivia como en Perú. Hombre peculiar y de finalidad incierta, Moricz llega a Ecuador enterado del descubrimiento del párroco italiano. Inmediatamente entablan una estrecha relación con Crespi, y el párroco detalla a Moricz su experiencia con los Shuar, la entrada a la cueva y, cómo no, le muestra los objetos que le han sido entregados por los nativos, y dice saber de la existencia de una enorme biblioteca en la que estaría escrita la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años.


Moricz queda impresionado al instante. Rápidamente convence al párroco para que la noticia del descubrimiento se anuncie a bombo y platillo.
Inmediatamente viaja a Guayaquil para firmar acta notarial del descubrimiento el 21 de julio de 1969, y cuyo texto cita de la siguiente manera:
“He descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad.
Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio”.
PLANCHAS METÁLICAS


Pronto se proclamó autor del descubrimiento. Y comenzó a dar entrevistas y salir en medios de comunicación divulgando sus ideas sobre la autoría de los grabados en las planchas metálicas.
En 1974 el famoso Erick Von Däniken, se puso en contacto con Moricz. Quería que le diese la oportunidad de fotografiar los objetos hallados y, por otra parte, conseguir de primera mano el argumento que buscaba para ser incluido en su obra “El oro de los Dioses”. Moricz accedió y, posteriormente, la obra de Däniken, muy controvertida, fue traducida a 25 idiomas y logró vender más de cinco millones de copias.
Debido a la difusión del descubrimiento, Stanley Hall, ingeniero escocés, contacta con Moricz con la intención de llevar a cavo una expedición a la cueva. Las condiciones que pone Moricz son inalterables. Él, tiene que ser el jefe de la expedición, y no permitirá que se saque nada de la cueva de los tayos. Stanley no acepta las condiciones expuestas por Moricz, como veremos a continuación, tenía otros planes para los objetos que hallase. Se puso en contacto con el gobierno Británico y logró la financiación para su expedición a la cueva. En julio de 1976, conjuntamente con el gobierno ecuatoriano, los británicos instalaron su campamento de operaciones a las faldas de la cueva. La expedición estaba formada por más de un centenar de soldados a parte del grupo científico, y una cantidad ingente de material técnico. Incluso, en Escocia, se llegó a decir que más parecía una campaña militar que una expedición científica.

NEIL ARSTRONG

Día y noche hacían incursiones dentro de la cavidad, haciendo todo tipo de pruebas sobre el terreno, de tipo biológicas como geológicas. Llamó muchísimo la atención en ésta expedición que Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna, fuese uno de los miembros del equipo. Después de 35 días de intensas exploraciones, el grupo multidisciplinar científico dio por terminada la investigación en la cueva. Las conclusiones a las que llegaron dejaron helados a los que esperaban una noticia de gran relevancia internacional. Según hicieron publico, la cueva carecía de signos artificiales, lo que negaba la existencia de rastros de civilización alguna.
Lo curioso es que obviaron tajantemente signos inequívocos de la existencia de restos no naturales en las inmediaciones de la cueva, así como gigantescos bloques de piedra en una de las salas de la caverna, que están perfectamente trabajados y alineados simétricamente.
Posteriormente los Shuar dijeron que vieron como sacaban de la cueva varias cajas cerradas con material, que en ningún momento les dejaron ver. Los nativos se sintieron engañados, y no escondieron su malestar con lo que entendían un robo en toda regla.
A Neil Arstrong, que estuvo tres días dentro de la cueva, los medios de comunicación preguntaron sobre su experiencia, y contestó tajante:
“Ha superado con creces mi experiencia en la luna”
Sobre el paradero actual de las tablas metálicas y los objetos que los nativos cedieron al padre Crespi, poco o nada se sabe. Después del fallecimiento del párroco, se cree fueron esquilmados e incluso vendidos a extranjeros.

JULIO AGUADO Y MORICZ

Posteriormente, el espeleólogo argentino Julio Goyén Aguado, que participó en la expedición conjunta de Ecuador y el Reino Unido, ofreció una visión muy distinta a la oficial sobre los verdaderos motivos de la expedición. Estaba convencido de que la financiación de la expedición fue llevada a cabo por la iglesia mormona, que vieron en las tablas encontradas en la cueva, aquellas que recibió el profeta Joseph Smith de manos del ángel Moroni. En éste punto, es importante recalcar la similitud entre el nombre de Moroni y la región donde se encuentra la cueva de los tayos… Morona Santiago. Aguado estaba convencido de que Stanley Hall pertenecía al servicio secreto británico, y que detrás de las tablas metálicas estaban grupos secretos masones, a los que pertenecería Neil Arstrong.

STANLEY HALL


De la verdad de la existencia de dicha biblioteca metálica poco o nada se sabe. El silencio se cierne sobre la cueva y sus tesoros. Con la muerte del padre Crespi, nos quedamos sin la posibilidad de indagar sobre el paradero de las tablillas doradas.

INTERIOR DE LA CUEVA

Creo interesante resaltar un estudio sobre las tablas llevado a cavo por el filólogo Hindú Dileep Kuman, y que fue publicado en 1976 por la revista Americana Ascient Skies. En dicho estudio, el investigador identificó los símbolos de las planchas metálicas con ideogramas de la escritura Brahmi del periodo Asokun de la historia India, datados en 2300 años de antigüedad.
Posteriormente en el año 1980, el profesor de biología de la Universidad de Harvard Barry Fell, identificó en las tablillas metálicas 12 signos del zodiaco.


Hoy día, se sigue hablando de un mundo subterráneo el cual comunica todo el continente americano. Se dice que en las profundidades de la tierra hueca, habitó una civilización desconocida, que dejó escrito sobre tablas doradas todo su mundo y toda su historia.
























1 comentario:

  1. Anónimojunio 24, 2011

    entrar a la puerta de la vida... tocar pero no sera habierta todavia.

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