SIGUE MI SENDERO

viernes, 29 de abril de 2011

LA CIUDAD SUBTERRÁNEA DE DERINKUYU


J.J.D.R.
Cuando derribó el muro de su vivienda el hombre quedó desconcertado. De repente, se encontró una habitación vacía y oscura inesperadamente adosada a la estructura de su casa.
Asombrado e incrédulo se adentró en aquella nueva habitación inspeccionándola. Era una habitación de mediano tamaño cuyos muros evidenciaban una gran antigüedad.
Para mayor asombro y desconcierto, notó que el aire era fresco y no estaba estancado como cabría suponer de un lugar cerrado. Aquello le animó a seguir golpeando las paredes. Al tercer mazazo sobre la débil roca, uno de los muros cayó de inmediato al suelo con gran estrépito, levantando una gran polvareda y dejando al descubierto otra habitación de iguales dimensiones que la primera.
Muro tras muro, habitación tras habitación, bajo las horadadas rocas volcánicas del antaño suelo otomano, aquel hombre, sin saberlo, acababa de abrir de par en par las puertas de la hermosa ciudad subterránea de “Derinkuyu”.

DERINKUYU
En un descenso frenético fueron apareciendo túneles, enormes salas comunitarias, depósitos de agua, canales de ventilación, sistemas de alarma y puestos de seguridad a lo largo de una enorme ciudad excavada bajo tierra. Lo que comenzó siendo la simple reforma de una casa, se transformó inmediatamente en uno de los principales descubrimientos de la legendaria región de Capadocia.
Derinkuyu se encuentra en Capadocia en Anatolia central (Turquía), y forma parte de las provincias de Aksaray, Nigde y Neusehir.


Es un territorio lleno de magia y exuberante belleza cuyos paisajes y monumentos esculpidos por la naturaleza durante milenios, convergen en campos y valles, haciendo creer realmente al visitante que se encuentra en un planeta distinto a la tierra.


En el año 1963 tras la reforma de una vivienda, arqueólogos y antropólogos, quedaron maravillados por el descubrimiento de una enorme ciudad subterránea de infinito valor histórico y cultural. Inmediatamente comenzaron las excavaciones y el desarrollo de las investigaciones arqueológicas para determinar quienes construyeron la ciudad y el porqué de su ubicación bajo tierra.

GRANDES GALERÍAS SUBTERRÁNEAS
Actualmente se han excavado 20 niveles en Derinkuyu, de los cuales 8 son los que pueden ser visitados, quedando el resto restringido para arqueólogos e investigadores.
El filósofo e historiador griego Jenofonte citó en su escrito “Anabasis de Jenofonte” (subida de expedición al interior, expedición de Ciro el joven), la existencia de ciudades subterráneas en Capadocia, dónde describía cómo familias enteras vivían allí con los requisitos imprescindibles para subsistir.


Hasta la fecha, reconociendo la fiabilidad del legado escrito de Jenofonte, se han descubierto 36 ciudades subterráneas en la región de Capadocia, siendo Derinkuyu la de mayor extensión y la mejor conservada.


Los arqueólogos han excavado hasta llegar a los 40 metros de profundidad pero según las prospecciones realizadas, creen firmemente que la ciudad se extiende hasta los 80 metros bajo tierra. El primer nivel descubierto se ha datado en el 1400 a.C. posiblemente excavado por el pueblo que dominó la región desde 3500 al 1200 a.C., los Hititas.


Después llegarían los frigios y 500 años después los persas hasta que la ciudad fue tomada por Alejandro Magno en el 333 a.C. La región estuvo dominada por los Romanos y posteriormente perteneció al imperio Bizantino, pasando a ser ocupada por los primeros cristianos en el siglo II y III. De hecho, Pablo de Tarso, (popularmente conocido como san Pablo), viajó a Capadocia en los años 44 y 58. Los cristianos de los siglos VI y VII llegaron a excavar, acondicionar y decorar, cerca de 600 iglesias que están repartidas por toda la región, de las cuales muchas se conservan en muy buen estado.

IGLESIA OSCURA GÖREME

Ante tan notable historia de grandes pueblos conquistadores, no es de extrañar que la región de Capadocia esté considerado elemento esencial en la historia antigua.
Adentrarse en Derinkuyu es introducirse en un mundo antiguo y maravilloso. Parece increíble la habilidad de la que hicieron gala sus constructores, al no faltar detalle alguno, en un lugar que está excavado bajo tierra y que dispone de todas las comodidades imaginables para la época. En distintos niveles hay establos, comedores, iglesias con hasta tres metros de altura, cocinas que mantienen aún el hollín dejado por el fuego, prensas de vino y aceite, bodegas, tiendas de alimentación, escuelas, habitaciones familiares, zonas comunes y hasta una taberna. Se han encontrado 52 pozos de ventilación repartidos por diferentes niveles imprescindibles para el abastecimiento de aire que funcionaban como una auténtica red de aire acondicionado. Los ingenieros que se han acercado al estudio de la infraestructura de Derinkuyu, han quedado anonadados frente a tamaño ingenio de construcción.


Ninguna de las viviendas de la ciudad se comunica con otra siendo todas independientes. En los lugares estratégicos se han hallado profundos pozos de agua que sirvieron para la manutención del pueblo. Un dato muy importante es la estimación que han hecho sobre la cantidad de gente que pudo vivir en Derinkuyu. La ciudad estaba preparada para acoger a unas 3000 personas, aunque se cree que en situaciones de crisis debidas a conflictos o intentos de invasión podía albergar a cerca de 50.000 almas.


Cuando el enemigo acechaba a las puertas de la ciudad subterránea, los habitantes de Derinkuyu, se afanaban en bloquear mediante enormes piedras circulares de 50 centímetros de grosor y un peso de 500 kilos, las zonas que querían proteger. Lo hacían desde dentro quedándose totalmente aislados en el interior de las zonas previstas durante el tiempo que fuese necesario. Las artimañas de los conquistadores para hacerlos salir eran muchas y variadas, como envenenar los pozos de agua.

ENORMES PIEDRAS SELLABAN LOS TÚNELES
En un mundo subterráneo, la oscuridad fue disipada mediante lámparas de aceite que, colocadas debidamente por toda la ciudad, iluminaba la vida de los pobladores de Derinkuyu.
Las ciudades subterráneas de Capadocia fueron construidas obedeciendo a las necesidades de sus habitantes de protegerse de las continuas invasiones. 

PIEDRAS DE MÁS DE 

Lógicamente cave preguntarse el porqué eligieron hacerlo bajo tierra y de manera tan laboriosa, y no en la superficie y utilizando las mismas técnicas como hubiese sido más común. Aquí hay varias teorías, de las cuales, hay una clara diferencia entre lo que los arqueólogos suponen y lo que opina otro grupo de investigadores, que de forma más atrevida aunque no menos brillante, presuponen fueron las circunstancias de tal decisión.


Capadocia es una región volcánica en la que el terreno muestra unas características muy particulares. La piedra, mezcla de ceniza y barro creada tras las erupciones volcánicas, es maleable y especialmente fácil de excavar. Por eso los arqueólogos piensan que para los constructores antiguos les fue más cómodo construir la ciudad hacia el interior de la tierra que no en el exterior, sumando además el factor de seguridad frente al invasor que he mencionado anteriormente. 


¿Qué cómo lo hicieron? Los arqueólogos creen que excavaron túneles de ventilación hasta alcanzar los 75 o 80 metros de profundidad. Una vez terminado este primer paso, lateralmente a los túneles de ventilación se construyeron lo que serian las calles de la ciudad. Después seguían perforando la tierra hasta encontrar los pozos de agua esenciales para sobrevivir. A partir de aquí se levantaba el resto de estancias hasta completar el núcleo principal de la ciudad.
Una ciudad subterránea de las características de Derinkuyu, ¿No habría creado enormes montañas de escombros producto de la excavación?

TABERNA
Para éstas cuestiones los expertos piensan que se actuó de la siguiente forma; cuando los pozos de ventilación estuvieron perforados, y también se hubo localizado el agua, se utilizó los canales de ventilación para sacar los escombros que después fueron esparcidos por el terreno o tal vez fueron arrojados a los ríos y terminaron diseminados con el transcurrir del tiempo.

ESTABLOS
Para otros investigadores las ciudades subterráneas de Capadocia esconden realidades muy diferentes y no menos sugerentes para los amantes del misterio. Sus teorías, alejadas de la ortodoxia, se basan en la aparición en las zonas más antiguas de la ciudad, de zonas mucho más elevadas y acondicionadas para gente de mayor altura y envergadura que, tras ser ocupadas por sus posteriores habitantes, fueron adaptadas para la vida de personas mucho más bajas.

ESCUELA
Entre éstos investigadores se encuentran afamados escritores como Ghahan Hancock, Rand-Ath, Colin Wilson o Andew Collins, quienes hablan de una antigua civilización, anterior a Mesopotamia y Egipto y completamente desarrollada, que desapareció tras la gran glaciación ocurrida hace 11.000 o 12.000 años y que produjo un gran diluvio mundial, recogido por las tradiciones orales y escritas de casi todos los pueblos de la tierra. Andew Collins, refiriéndose especialmente a Derinkuyu, argumenta que hacia el 9 milenio a.c. Turquía sufrió una breve era glacial que perduró durante 500 años. Los habitantes de la región, mucho más corpulentos que nosotros, cavaron las ciudades de Capadocia para huir del frío, resguardándose bajo tierra a temperaturas que oscilan entre los 10 y 12 grados. También reflejan en sus investigaciones, la coincidencia de que fuese precisamente en ésta zona dónde nació el mito de Shambalah, reino subterráneo que abarcaría todo el continente Asiático.


El misterio siempre ronda los grandes descubrimientos arqueológicos. El desconocimiento de los hechos ocurridos tanto tiempo atrás, da lugar a todo tipo de elucubraciones. Es la magia de la ensoñación.
Sin lugar a dudas Capadocia es un lugar místico y decorado con monumentos naturales, recordatorio de un mundo de ficción lleno de magia. Un ejemplo son “las chimeneas de las hadas” que salpican la región. Son formaciones geológicas únicas en el mundo. Pilares cónicos de roca volcánica que por la erosión del viento y el agua, las partes más bajas han sido desgastadas quedando el basalto, mucho más duro, aislado en lo alto de los pilares como graciosos gorros decorativos. Desde 1985 Capadocia está en la lista de la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

CHIMENEAS DE LAS HADAS
Algunas de estas “chimeneas de las hadas” fueron habitadas durante muchos años y hasta cuentan con habitaciones, ventanas y escaleras talladas con enorme detalle en su interior que llegan a ser de cinco plantas. Actualmente algunas funcionan como alberge para los turistas que visitan la zona durante todo el año.


Un simple vistazo sirve para enamorarse del paisaje de Capadocia. El valle de Zelve, el museo al aire libre que forma Göreme, con sus iglesias tan bellamente conservadas, y las ciudades subterráneas de Derinkuyu y Kaymakly, por nombrar las dos más conocidas, hacen que Turquía cuente con uno de los lugares más extraordinarios del planeta.


Derinkuyu sigue asombrando hoy día a antropólogos y arqueólogos. La habilidad de la que hicieron gala sus constructores, deja patente excelsos conocimientos de ingeniería y perfección en el desarrollo del trabajo. La ciudad quedó a resguardo de invasores y los que lograron adentrarse en sus laberínticos túneles, terminaron desistiendo al quedar aislados gracias a sus métodos defensivos.


Bajo la tierra volcánica de Capadocia, en Anatolia central, la luz penetra hoy día por los túneles de la gran ciudad de Derinkuyu. La oscuridad que reinó en el hueco socavado de la tierra y guió los pasos de sus moradores durante milenios, fue vencida por el mazo de un hombre que, sin quererlo, derribó un muro que separaba dos mundos paralelos, dos épocas lejanas, y sin embargo abrazadas desde siempre.



lunes, 25 de abril de 2011

EL MISTERIO DEL MOKÉLÉ-MBÉNBÉ


J.J.D.R.
En las húmedas entrañas de las selvas congoleñas, la tribu de los pigmeos narra con respeto desde tiempo inmemorial, la existencia de un ser legendario al que temen y del cual se mantienen alejados. El sólo hecho de mencionar su nombre les cohíbe. La imagen del “ser de la jungla pantanosa” les infunde temor y miedo. Son demasiadas veces las que hombre y animal han cruzado sus caminos, demasiadas veces las que sus canoas han sido derribadas por la enorme cola del monstruo y, muchas otras, las que han sido testigo de como mata sin piedad a cocodrilos e incluso hipopótamos haciendo alarde de una fuerza descomunal.

LAGO LICOUALA (CONGO)

Su nombre ha de ser pronunciado con respeto. Su nombre viaja por las tierras del congo y países limítrofes sembrando el pánico y el desconcierto en investigadores y expedicionarios, levantando mucha polémica respecto a su veracidad.
Hoy día se sabe muy poco sobre la existencia del mítico monstruo que atemoriza a los pigmeos y que recibe el nombre de “Mokélé-mbénbé” “el que detiene los ríos”.



En los grandes pantanos selváticos del Congo dónde hay zonas que el hombre blanco jamás ha transitado, los nativos narran sus experiencias con un enorme animal al cual describen como más alto que un elefante, de 4 a 6 metros, y con una longitud de cabeza a cola de 5 hasta 10 metros.
Su piel es lisa y gris. Su cuello es enorme y flexible y dicen que sobre su cabeza sobresale un cuerno o diente de gran tamaño. Su gigante cuerpo termina en una cola de gran fortaleza y musculatura parecida a la de los caimanes. Su habitad son los ríos caudalosos y de espesa vegetación. Se piensa que usa cavernas y cuevas en los márgenes acuíferos como hogar. En las expediciones que se han realizado a las zonas de incidencia del animal, se detallaron huellas profundas y grandes como sartenes, provistas de garras y con tres falanges.

PIGMEOS EN EXPEDICIÓN

Según el testimonio de los pigmeos -básicamente la fuente en la que se basan los investigadores- las costumbres alimenticias del Mokélé-mbénbé son vegetarianas, alimentándose sobretodo de una especie de liana de flores blancas y savia lechosa que tiene como fruto algo parecido a una manzana.

RECREACIÓN

A pesar de ser vegetariano, son muchos los testimonios que narran la violencia del Mokélé-mbénbé. Los nativos cuentan que en las zonas en las que aparece, los cocodrilos e hipopótamos no se dejan ver. Los pigmeos aseguran que el animal los mata sin compasión mientras sus temibles bramidos o rugidos son escuchados en la espesura de la selva. Cuando los pigmeos se han encontrado con el extraño ser, han huido despavoridos. Pero en ocasiones el Mokélé-mbénbé, se ha cobrado víctimas humanas aunque no las haya devorado. También cuentan cómo en cierta ocasión los pigmeos lograron abatir uno de éstos animales. Tal y como acostumbran hacer con las presas abatidas, celebraron con gran júbilo la caza y dieron buena cuenta del animal. Todos aquellos que comieron la carne del Mokélé-mbénbé murieron poco después.
Sus miedos y sus costumbres animistas han hecho que el Mokélé –mbénbé sea respetado por las tribus centroafricanas a la vez que temido y alabado.


Cuando los pigmeos intuyen o ven una senda abierta por el Mokélé-mbénbé, tratan de esquivarlas, lo mismo que los pescadores quienes, temerosos que el animal les vuelque sus canoas con su enorme cola, procuran no pescar en los lugares en los que se ha visto al animal.
Se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que se trate de alguna especie desconocida de rinoceronte o tal vez alguna especie de reptil aún sin catalogar. Pero en algunas expediciones, cuando se les ha enseñado a los pigmeos fotografías de animales como el hipopótamo, el rinoceronte y otras especies comunes, como es lógico y razonable, han desechado que se trate de ninguna de estas especies, por otro lado bien conocidas por ellos.


Lo cierto es que el Mokélé-mbénbé tiene un radio de influencia de extenso recorrido por territorio africano. Como ya vimos anteriormente, “aquel que detiene los ríos” es temido en las riberas donde el idioma Lingala es la lengua común.  En tierras de Camerún se le conoce como Mbulu-embembe, y Nyamala o Amali en las regiones de Gabón. Los Banziris le llaman Songo, los Bandas, Badigui (diablo acuático), en el distrito de Biraco es llamado Guanerú, mientras que para los Baya es el Diba.


Un extensísimo territorio y un elemento común. Por una parte, los relatos y vivencias de tribus y expedicionarios, por otra, la realidad e ingerencia en tan bastas regiones de un ser hasta hoy desconocido para la ciencia y en especial por la zoología.
Las primeras referencias escritas sobre el Mokélé-mbénbé se remontan a 1776, año en el que Lievain Bonaventure misionero francés, dejó escrito en su historia natural de la cuenca del Congo el hallazgo que hizo de huellas en el terreno de casi un metro de longitud, en las cuales se podían apreciar garras que se hundían en la tierra.


En 1909 sería el teniente Paul Graetz quien se encontraba en el lago Bangweulu (Zambia), y escribió sobre cómo los nativos habían cazado un Nsanga (nombre dado en la zona al Mokélé-mbénbé) e incluso le enseñaron un pedazo de su piel.

EXPEDICIÓN DE PAUL GRAETZ

Cuatro años después en 1913, el capitán alemán de las fuerzas coloniales en Camerún Barón von Stein zu Lausnitz, escribió en su informe militar de los territorios que administraba Alemania; “cierto animal causa terror y atemoriza a las poblaciones del Congo, del bajo Ubangui, del Sanga e Ikerlemba. Los nativos lo conocen como Mokélé-mbénbé. Su tamaño es mayor que un elefante, la piel es lisa, parda y oscura, y tiene un cuello grande, flexible y posee una poderosa cola que usa para hacer zozobrar las canoas y matar a sus ocupantes pero sin llegar a devorarlos”.


Años después, en 1932, el escritor y naturalista inglés T. Sanderson navegaba por una zona pantanosa del río Mainyu cuando fue testigo de un encuentro con el mítico animal.
Surcaban el río cuando escucharon un atronador ruido. De las inmediaciones de una caverna en la orilla vieron asomar una enorme cabeza parecida a una foca, aunque su tamaño era superior a la cabeza de un hipopótamo, sin parecerse en nada a foca ni a hipopótamo. Enseguida, cuenta el escritor, los nativos huyeron espantados y aterrados mientras gritaban al unísono Mokélé-mbénbé, Mokélé-mbénbé…

SUPUESTA HUELLA DEL ANIMAL

Roy McKal, profesor de zoología de la Universidad de Chicago, se aventuró por las regiones del lago Likouala durante un año -1980-1981-, recogiendo numerosos testimonios de los nativos y consiguió, junto con James Powell, fotografiar una senda abierta de dos metros de altura que terminaba perdiéndose en el río y que dejó marcando claramente el rastro de una cola sobre el terreno.

EXPEDICIÓN DE ROY McKAL

Pero fue en 1993 cuando del encuentro en primera persona de un biólogo, la ciencia mostraba verdadero interés por la figura del mítico animal de los pantanos africanos.
El día 1 de mayo el biólogo congoleño Marcellín Agnagna del ministerio del agua y la selva de la República Del Congo, mientras se encontraba inmerso en la expedición Brazzaville cruzando las regiones pantanosas del Likouala y Bai, se dio de bruces con el esquivo animal. El encuentro fue tan fortuito e inesperado que no tuvieron apenas tiempo de fotografiarlo. Después del encuentro, para Marcellí no quedaron dudas posibles, el animal que había visto delante de él, era un Saurópodo de época mesozoica.

EL BIÓLOGO CONGOLEÑO MARCELLÍN AGNAGNA

La noticia corrió como la pólvora haciéndose eco de ella numerosos periódicos internacionales. No había pruebas concluyentes, ni fotos ni grabaciones, pero sí el testimonio de primera mano de un hombre de ciencia, de un científico que hablaba claro de lo que personalmente había observado.
Otra expedición, compuesta por once japoneses, se internó en las marismas del lago Tele en la región de Likouala durante los meses de marzo y abril de 1998 espoleados por los asiduos contactos de pescadores y cazadores nativos. Consiguieron divisar una mancha negra y grande en el lago pero, el mal tiempo y la espesa niebla, impidió detallar la supuesta silueta del animal.
Una de las últimas expediciones en busca de la criatura de los pantanos se desarrolló en el año 2001 y estuvo compuesta por miembros del colectivo de investigación del grupo Criptozoología Columbia Británica de Canadá y que denominaron “Crypto Safari 2001”.

FOTO TOMADA POR LOS JAPONESES

Al igual que en el resto de expediciones no se obtuvieron pruebas relevantes y concluyentes de la existencia del mítico Mokélé-mbenbé, pero se incrementó notablemente la base de datos de descripciones y tradiciones orales de las tribus indígenas de la zona.
Bernard Heuvelmans fue el primero en definir y dar nombre a la Criptozoología. Lo hizo de la siguiente manera; “es el estudio de los animales sobre cuya existencia sólo poseemos evidencia circunstancial y testimonial, o bien evidencia material considerada insuficiente por la mayoría”.

BERNARD HEUVELMANS

A lo largo de los años han aparecido especies que tan sólo existían en el imaginario colectivo, en libros de fósiles y, en algunos casos, eran retratos de animales imaginativos, pura leyenda para la ciencia. En 1890 el mítico aventurero y explorador Henry Morton Stanley escuchó como los pigmeos de las riberas del Congo, hablaban de una extraño animal mitad caballo, mitad jirafa, mitad cebra. Los nativos hablaban de aquel animal extraño bajo el conocimiento de quién tiene en la selva su casa y su habitad. Harry Johnston emprendió en 1899 una expedición siguiendo los pasos de Stanley y daría en 1900 con el mítico animal del que tanto hablaban los pigmeos. Logró incluso los cuartos traseros del animal que envió para su análisis a Inglaterra.


Enseguida la ciencia se encontró con una nueva especie por catalogar en las selvas congoleñas. Hoy día lo conocemos como Okapi, e incluso con los avances existentes hoy día, sigue siendo dificultoso acercarse a tan bello animal en libertad para estudiar su comportamiento.
Igualmente pasó con el Celacanto. Cuando un ejemplar de éste pez prehistórico cayó en las redes de unos pescadores la ciencia se llevó las manos a la cabeza ante lo que consideraron un fósil viviente.


No quiero decir con esto que el Mokélé- mbénbé sea, como quieren ver algunos, un dinosaurio prehistórico que ha logrado sobrevivir en un ecosistema especial como son los humedales del Congo. Pero sí veo muy probable, que estemos en la antesala del descubrimiento de una nueva especie animal. Los testimonios recogidos en las zonas de influencia son muchos y muy variados. Las constantes expediciones, aunque no han podido recavar pruebas concluyentes, sí han dejado claro que una forma de vida hasta hoy día no conocida deambula por ciertas regiones africanas.
Tan sólo pensemos en los abismos oceánicos. Actualmente, mediante los enormes avances tecnológicos en inmersión submarina, se están catalogando especies que a simple vista parecen sacadas de películas de ciencia ficción y que posiblemente antaño, al ser apresadas en las redes de los pescadores, contribuyesen a la creación de mitos y leyendas.


El planeta tierra, aunque nos parezca totalmente explorado y computerizado por la tecnología actual, esconde regiones tan inhóspitas y salvajes como hace siglos. Sin descuidar la objetividad y las premisas que la ciencia requiere, cabe la esperanza de que muchos de los mitos y tradiciones que de seres crípticos y misteriosos, que guardan ritos y vivencias de muchos pueblos, sean la realidad de especies animales que han sobrevivido aisladas en un entorno completamente favorable para su procreación.
Hasta el momento estamos a la espera de que el rugir atávico del Mokélé-mbénbé algún día nos despabile. Si ése día llega, se diluirá el mito y será desvelado otro misterio, a la vez que pondremos en peligro una especie que, de ser cierta su existencia, comenzará a estar en grave peligro de extinción. 

viernes, 22 de abril de 2011

LA TRIBU MURSI


J.J.D.R.
El inclemente sol castiga sus cuerpos desnudos. Cientos de dibujos blanquecinos cubren la piel de ébano de los contrincantes. La fina y áspera arena sacude las pantorrillas de los dos muchachos. Giran y saltan, uno frente al otro, midiendo cada movimiento de su oponente antes de dar el golpe definitivo. Cada uno sostiene una enorme vara de caña del tamaño de un hombre. Las jóvenes muchachas esperan ansiosas que termine la lucha, para reconocer al varón que tendrá la oportunidad de escoger mujer. Pero antes, la fiereza y el orgullo violento de las costumbres del pueblo, exige derrotar a golpes al contrincante, para ganarse así el respeto de su gente y el derecho a sentirse un verdadero Mursi.


El río Omo recorre el valle del Riff y acaba derramando su caudal en el lago Turkana. En su sinuoso recorrido, atraviesa territorios extremos y salvajes, nutriendo con sus crecidas los campos de cultivo y los secos pastos dónde pace tranquilo el sagrado ganado de una de las etnias más singulares y espectaculares de África, la tribu “Mursi”.


Su territorio se extiende a través de las estepas bajas de Jinka, así como en las montañas de los parques nacionales de Omo y Mago en las regiones del Omo central en Etiopía. País de grandes contrastes, Etiopía cuenta con un número elevadísimo de tribus diversas y ancestrales cuya supervivencia se tambalea lentamente debido al hambre, las sequías, las violentas disputas étnicas, la falta de recursos, y la inexistente ayuda gubernamental para seguir subsistiendo, al menos, como lo han estado haciendo desde siempre.


Los Mursi sobreviven gracias al precario cultivo de maíz, cereales, sorgo, y la recolección de miel, unido al pastoreo de ganado vacuno, calculado en una cabeza de ganado por habitante. Cuando el cereal y la recolección escasean, se alimentan elaborando un brebaje compuesto de sangre y leche de vaca.


Su lengua es el mursi, de origen nilo-sahariana. Son animistas y actualmente el número de individuos pertenecientes a esta tribu se calcula en unos 9000.
Pueblo guerrero y bastante violento está en constante disputa con sus vecinos, Bodi, Nyangatom, Aari, Suri, Karo, Dasanech, con los cuales hoy día, no dirimen sus disputas con lanzas o flechas, sino provistos de Kalashnikov, haciendo de sus enfrentamientos sangrientas luchas armadas.


La sociedad está fundamentada en las decisiones que toman los más ancianos, los “Jalaba”, secundado por los hombres casados, quedando excluidos los miembros solteros y las mujeres. 


Suelen reunirse alrededor de una hoguera durante largas sesiones en las que el hombre que está hablando, dispone de todo el tiempo necesario para expresar sus ideas o contar sus problemas. Nadie puede interrumpir a quien está en uso de la palabra, haciendo que las reuniones se alarguen durante toda la noche.


Pero sin duda alguna, el aspecto más característico de las costumbres de los Mursi, reside en la forma en la que decoran sus cuerpos.
Las mujeres de la tribu se perforan el labio inferior y las orejas para introducirse platos hechos de arcilla, que pintan y decoran cuidadosamente para hacerlos más llamativos. Son espectaculares sus tocados elaborados con colmillos de facocero, flores, telas de colores y aros metálicos brillantes.


Cubren sus cabellos con grasa animal y pintan sus caras con pigmentos. Los hombres se adornan el cuerpo con enigmáticos dibujos, lineales y geométricos, elaborados a base de pigmentos minerales y cal. El torso y la espalda, aparece cubierto de escarificaciones que se practican cada vez que matan un animal o abaten a un enemigo.


El cuerpo de un hombre repleto de cicatrices, nos muestra su fiereza y valentía, a mayor número de marcas, mayor es el respeto que infunde dentro de su tribu, y es una señal de advertencia para enemigos y rivales.


Los jóvenes Mursi han de demostrar su valor y fortaleza para ganarse el respeto del poblado y conseguir esposa. Lo hacen retándose en duras y violentas peleas, usando largas varas para golpearse hasta que uno de los contendientes se rinde. El vencedor, convertido de ésta forma en un hombre, tiene derecho a elegir esposa entre las jóvenes mujeres Mursi.


Hoy día, la tribu Mursi y sus vecinos están en serio peligro de desaparecer. En el año 2013 está previsto que la presa hidroeléctrica más grande de África esté terminada. Dicha construcción afecta directamente a los recursos de las tribus autóctonas de la zona, perdiendo sus terrenos de cultivo y dañando el ecosistema de la zona seriamente.


Por otro lado, las autoridades gubernamentales han utilizado el engaño y la extorsión para arrebatar a los Mursi sus propios territorios, convirtiéndolos en extranjeros dentro de sus propias tierras. Cálculos aproximados llegan a cifrar en unos 200.000 los individuos que se verán afectados en la cuenca del río Omo después de la construcción de la presa.


La recolección, la pesca, la apicultura y el pastoreo de sus rebaños se verán seriamente afectados.
Por parte de las autoridades aún no hay un pronunciamiento al respecto, la ayuda seguramente no llegue nunca y, tanto los Mursi como las tribus que conviven en los extensos territorios etíopes, tengan que dejar sus tierras para siempre o quedarse y morir lentamente, viendo cómo los únicos y míseros recursos que poseían para subsistir desaparecen.





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