J.J.D.R.
El inclemente sol castiga sus cuerpos desnudos. Cientos de dibujos blanquecinos cubren la piel de ébano de los contrincantes. La fina y áspera arena sacude las pantorrillas de los dos muchachos. Giran y saltan, uno frente al otro, midiendo cada movimiento de su oponente antes de dar el golpe definitivo. Cada uno sostiene una enorme vara de caña del tamaño de un hombre. Las jóvenes muchachas esperan ansiosas que termine la lucha, para reconocer al varón que tendrá la oportunidad de escoger mujer. Pero antes, la fiereza y el orgullo violento de las costumbres del pueblo, exige derrotar a golpes al contrincante, para ganarse así el respeto de su gente y el derecho a sentirse un verdadero Mursi.
El río Omo recorre el valle del Riff y acaba derramando su caudal en el lago Turkana. En su sinuoso recorrido, atraviesa territorios extremos y salvajes, nutriendo con sus crecidas los campos de cultivo y los secos pastos dónde pace tranquilo el sagrado ganado de una de las etnias más singulares y espectaculares de África, la tribu “Mursi”.
Su territorio se extiende a través de las estepas bajas de Jinka, así como en las montañas de los parques nacionales de Omo y Mago en las regiones del Omo central en Etiopía. País de grandes contrastes, Etiopía cuenta con un número elevadísimo de tribus diversas y ancestrales cuya supervivencia se tambalea lentamente debido al hambre, las sequías, las violentas disputas étnicas, la falta de recursos, y la inexistente ayuda gubernamental para seguir subsistiendo, al menos, como lo han estado haciendo desde siempre.
Los Mursi sobreviven gracias al precario cultivo de maíz, cereales, sorgo, y la recolección de miel, unido al pastoreo de ganado vacuno, calculado en una cabeza de ganado por habitante. Cuando el cereal y la recolección escasean, se alimentan elaborando un brebaje compuesto de sangre y leche de vaca.
Su lengua es el mursi, de origen nilo-sahariana. Son animistas y actualmente el número de individuos pertenecientes a esta tribu se calcula en unos 9000.
Pueblo guerrero y bastante violento está en constante disputa con sus vecinos, Bodi, Nyangatom, Aari, Suri, Karo, Dasanech, con los cuales hoy día, no dirimen sus disputas con lanzas o flechas, sino provistos de Kalashnikov, haciendo de sus enfrentamientos sangrientas luchas armadas.
La sociedad está fundamentada en las decisiones que toman los más ancianos, los “Jalaba”, secundado por los hombres casados, quedando excluidos los miembros solteros y las mujeres.
Suelen reunirse alrededor de una hoguera durante largas sesiones en las que el hombre que está hablando, dispone de todo el tiempo necesario para expresar sus ideas o contar sus problemas. Nadie puede interrumpir a quien está en uso de la palabra, haciendo que las reuniones se alarguen durante toda la noche.
Pero sin duda alguna, el aspecto más característico de las costumbres de los Mursi, reside en la forma en la que decoran sus cuerpos.
Las mujeres de la tribu se perforan el labio inferior y las orejas para introducirse platos hechos de arcilla, que pintan y decoran cuidadosamente para hacerlos más llamativos. Son espectaculares sus tocados elaborados con colmillos de facocero, flores, telas de colores y aros metálicos brillantes.
Cubren sus cabellos con grasa animal y pintan sus caras con pigmentos. Los hombres se adornan el cuerpo con enigmáticos dibujos, lineales y geométricos, elaborados a base de pigmentos minerales y cal. El torso y la espalda, aparece cubierto de escarificaciones que se practican cada vez que matan un animal o abaten a un enemigo.
El cuerpo de un hombre repleto de cicatrices, nos muestra su fiereza y valentía, a mayor número de marcas, mayor es el respeto que infunde dentro de su tribu, y es una señal de advertencia para enemigos y rivales.
Los jóvenes Mursi han de demostrar su valor y fortaleza para ganarse el respeto del poblado y conseguir esposa. Lo hacen retándose en duras y violentas peleas, usando largas varas para golpearse hasta que uno de los contendientes se rinde. El vencedor, convertido de ésta forma en un hombre, tiene derecho a elegir esposa entre las jóvenes mujeres Mursi.
Hoy día, la tribu Mursi y sus vecinos están en serio peligro de desaparecer. En el año 2013 está previsto que la presa hidroeléctrica más grande de África esté terminada. Dicha construcción afecta directamente a los recursos de las tribus autóctonas de la zona, perdiendo sus terrenos de cultivo y dañando el ecosistema de la zona seriamente.
Por otro lado, las autoridades gubernamentales han utilizado el engaño y la extorsión para arrebatar a los Mursi sus propios territorios, convirtiéndolos en extranjeros dentro de sus propias tierras. Cálculos aproximados llegan a cifrar en unos 200.000 los individuos que se verán afectados en la cuenca del río Omo después de la construcción de la presa.
La recolección, la pesca, la apicultura y el pastoreo de sus rebaños se verán seriamente afectados.
Por parte de las autoridades aún no hay un pronunciamiento al respecto, la ayuda seguramente no llegue nunca y, tanto los Mursi como las tribus que conviven en los extensos territorios etíopes, tengan que dejar sus tierras para siempre o quedarse y morir lentamente, viendo cómo los únicos y míseros recursos que poseían para subsistir desaparecen.
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