martes, 18 de enero de 2011

INSTINTO DE SUPERVIVENCIA






 J.J.D.R.
Seguramente alguna vez hayas escuchado alguna historia de supervivencia en la que los protagonistas han recurrido a medidas extremas para salvar su vida. Es obvio pensar que, llegado el momento y ante circunstancias extremas, cualquiera de nosotros haríamos lo posible por vivir. Nuestro instinto natural nos insta a desdeñar nuestro destino hasta el último momento desafiando a la muerte en un afán heroico de salvar nuestro más preciado bien, (la propia vida).
Pero… ¿Hasta dónde estarías dispuesto a luchar por tu vida en caso de encontrarte en una situación extrema?
¿Serías capaz de cualquier cosa?... ¿Estás seguro de ello?...
                                     
Quién no tuvo reparo en demostrar hasta dónde estaba dispuesto a luchar es el protagonista de esta nueva historia. Su nombre es Aron Ralston, su hazaña…llegar a comprender que, en ciertas ocasiones, el ser humano es capaz de traspasar los umbrales del dolor y la desesperación total y salir victorioso de tan despiadada y dura batalla.
Ésta es su historia:
La mañana del sábado 26 de abril del año 2003, el joven de 27 años Aron Ralston, salió de su casa en Aspe (Colorado) con un itinerario claro y conciso, las montañas y cañones del suroeste de Utah.
Aron es ingeniero mecánico, pero por encima de todo, es un excelente alpinista y montañero experimentado.
Aquella mañana como en tantas otras ocasiones, se encaminó buscando la aventura entre las grietas estrechas y los barrancos inaccesibles de los gigantescos cañones de Utah.
Pero en su ímpetu valiente, faltó ante una de las reglas elementales de todo buen escalador; indicar siempre a alguien “dónde vas y por cuanto tiempo”.
Aron ascendió una lisa pared, la cual, en su cima, se agrietaba varias decenas de metros creando un estrecho y vertiginoso barranco. Ansioso por descender la tremenda abertura natural, el joven escalador preparó su equipo tomando todas las precauciones reglamentarias para el descenso. Aron es un atleta; músculos elásticos y fibrosos unido a una elasticidad envidiable. Es de fuerte temperamento, pero a pesar de ello, sabe mantener la cabeza fría y serena cuando escala y su vida pende de una cuerda en el vacío.
Una vez hubo preparado el cordal y aseguró su cuerpo a la línea de seguridad, comenzó a descender por la grieta.
La hendidura en la escarpada roca era estrecha, lo que complicaba mucho el descenso, y enseguida Aron encontró un escollo en su bajada que le hizo detenerse. Una roca enorme entorpecía su camino. Con mucho cuidado se posó sobre la roca estudiando su firmeza. Parecía estar fuertemente ensamblada en la pared, con lo cual, tan sólo tendría que sortear la roca por encima y seguir su descenso. Hecha la maniobra pertinente, saltó por encima de la gran roca y fijó su vista en el suelo del cual distaba aún unos veinte metros.
Cuando estaba preparando un nuevo enganche en la pared por dónde deslizar la cuerda, un sonido hueco y fantasmal, alertó al joven del peligro que se le venía encima.
Sin apenas tiempo de reaccionar, la enorme roca cayó sobre su cuerpo golpeándole con gran virulencia. La cuerda había aguantado el embiste y mantenía al joven suspendido en el vacío. Aron respiraba y estaba consciente. Sentía un dolor muy grande en su brazo derecho. Cuando logró serenar sus nervios, fue consciente de la situación en la que se encontraba. La estrecha grieta había impedido que la enorme roca siguiese cayendo arrastrándole hasta el suelo y matándole. Como si de un tapón se tratase, entre pared y pared del barranco, quedó suspendida la roca de cerca de 300 kilos. Aron había salvado la vida, pero un problema no menor, se le venía encima en aquel momento. Su brazo derecho estaba debajo de la roca, de ahí el terrible dolor que sentía. La mala suerte se presentó aquella mañana en el camino de Aron. Éstas cosas pasan. Sabes que la escalada es un riesgo continuo. Hablaba consigo mismo intentado no apartar de su mente el dolor de su brazo malherido que aumentaba cada segundo, consiguiendo no perder la consciencia en ningún momento.

Utilizando las piernas y todo su cuerpo, intentó en varias ocasiones liberar su miembro herido, golpeando con su brazo izquierdo la roca, esperando algún movimiento que le diese esperanzas de poder liberarlo. Pero sus intentos fueron vanos. También gritó en varias ocasiones pidiendo auxilio, aunque ésta opción sabía que carecía de posibilidades de éxito, ya que no había visto a nadie en la zona. Estaba sólo, atrapado por una roca de varios centenares de kilos que le impedía salir de allí, y, en aquel instante, comprendió que estaba ante un terrible problema.
Las horas pasaron. La noche se presentó fría y violenta exprimiendo las energías del joven alpinista. Colgado de la grieta, cuando a ratos el dolor de su brazo apaciguaba su tormento, cerraba los ojos tratando de evadir su mente de aquel lugar. Pero el frío de la noche y los ruidos de la oscuridad, le devolvían enseguida a la realidad de la caverna. Utilizando el ingenio y su experiencia, consiguió acomodar su cuerpo en la pared de tal manera, que mitigó mucho el dolor del brazo y logró hacer descansar otras partes de su cuerpo.
Llegó un nuevo día y de nuevo la realidad se presentó como la más dura pesadilla. Durante todo el día nadie se acercó a la grieta, ningún sonido familiar trastornó el ambiente hostil y solitario del barranco. El cañón de Blue John está protegido y es vigilado por patrullas que velan por la seguridad de excursionistas y montañeros. Pero Blue John es un parque gigantesco. Incluso si hubiesen salido en su búsqueda- cosa poco probable, ya que nadie sabía que estaba allí-, podían tardar días en dar con la grieta y su cuerpo detrás de la roca. 
Aron comenzó a debilitarse. Su fuerza física era descomunal, pero sentía que su cuerpo comenzaba a deshidratarse. Llevaba agua consigo. Un alpinista experimentado sabe que el agua es vital en la escalada. Pero Aron no calculó bien, y en su primer día colgado en la pared, bebió en exceso. Ahora sabía que su vida corría serio peligro y comenzó a beber sorbos de su propia orina.
De nuevo la noche, atrajo los monstruos del miedo el silencio y el terrible frío, húmedo y despiadado, que hacía tiritar el cuerpo del joven hasta dejarlo exhausto.
El calor de la mañana renovó su esperanza de ser encontrado, pero la llegada de una nueva noche le hirió más que la propia roca.
Después de tres días pasando hambre, sed, calor, y un frío extremo en las noches, Aron supo que moriría antes de que alguien le encontrase.
Apenas le quedaba agua para una jornada en la cantimplora y sus fuerzas estaban al límite. Peor aún era la situación de su brazo. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que sintió dolor. Aquello no era buena señal. Además, las moscas y mosquitos que pululaban alrededor de su brazo, le alertaron del estado putrefacto de su miembro aplastado. Lo peor de todo, era ser consciente que la infección de su brazo le acarrearía en breve una profunda sepsis general, si bien antes no le mataba su propia inanición.
Fue en su cuarto día colgado en aquella maldita grieta, cuando tomó la decisión. Sólo pensar en ello le ponía los pelos de punta, pero su vida bien valía un brazo, y si conseguía cortarlo con precisión, quizás tenía una esperanza de salir de allí con vida.
                                       
Sí, han oído bien. Aron había decidido amputarse el brazo. Esperaría el día en curso, su cuarto día colgado de la grieta, y si el rescate no se producía, cortaría el brazo y escalaría para buscar ayuda.
En su pequeña mochila de escalada llevaba siempre consigo varias cosas, entre ellas, una navaja multiusos suiza y su inseparable cámara de video.
Cuando las luces del día comenzaron a apagarse, cogió la navaja y grabó su nombre junto a su fecha de nacimiento en la roca, seguido de la fecha del día siguiente junto a la inscripción R.I.P. Después con su cámara de video se despidió de sus padres, Donna y Larry Ralston, y de sus amigos.
Estaba convencido de que moriría allí.
El quinto día llegó y sin esperar más tiempo, preparó lo necesario para la amputación, comenzando primero por aplicarse un diestro torniquete por encima del codo.
Primero tendría que romper los huesos de su brazo. Para ello utilizó una de las piezas de aluminio de escalada. Con fuerza y desgarradora voluntad, golpeó su brazo por debajo del codo. Sintió el crujir de los huesos, y en breve, nada óseo permanecía intacto en su brazo. Después abrió la navaja y clavó la punta profundamente en su piel, abriendo una gran herida por la que comenzó a cortar tejido, ligamentos y tendones, hasta que nada físico unió su cuerpo y su brazo. La cirugía duró cuarenta eternos minutos, en los que ni tan siquiera podemos imaginar lo pudo sentir ni pensar.
Aron logró ascender rápidamente. Su preocupación ahora era encontrar lo antes posible ayuda. Su brazo, a pesar del torniquete efectuado, sangraba copiosamente y sus fuerzas estaban muy mermadas.
Después de caminar doce kilómetros, el joven encontró a una pareja de excursionistas holandeses. Al ver el lamentable estado del muchacho, rápidamente dieron aviso a las autoridades, las cuales acudieron en helicóptero de inmediato.
Aron fue trasladado al hospital dónde fue rápidamente operado y restablecido.

En su aventura, dejó su brazo derecho como tributo a su pasión por la montaña junto a 20 kg de peso y un litro y medio de sangre.
La vigilancia del parque acudió al lugar del accidente y logró recoger el brazo de Aron. Cuando Salió del hospital, se dirigió de nuevo al lugar de la tragedia, y esparció las cenizas de su miembro en el barranco.
Pero para Aron, la montaña y su pasión por la escalda, va más allá de los límites conocidos. Lejos de evadir su afición preferida, se hizo colocar un miembro ortopédico especialmente adaptado para la escalada.
Éste aventurero llamado Aron Ralston, en el año 2008 escaló el “Ojos del Salado (cordillera de los Andes 6.962m)” y en 2009 ascendió el monte “Kilimanjaro (Tanzania 5.892m)”, ambos con su nuevo miembro metálico.

La pasión por la aventura y la escalada llevaron a Aron Ralston a enfrentarse con la muerte.
En batalla tan decisiva, otra pasión le dio la victoria…
…Su pasión por vivir.




La historia de Aron Ralston ha sido llevada  a la gran pantalla por el director de cine Danny Boyle, bajo el título "127 horas".


Aportes y Datos:
Prensa:
http://www.elmundo.es/elmundo/2003/05/02/sociedad/1051876444.html
http://www.telegraph.co.uk/culture/film/8223925/127-Hours-Aron-Ralstons-story-of-survival.html
                 

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