domingo, 23 de enero de 2011

LA BATALLA DE RAMREE




J.J.D.R

Durante un año se libró la campaña de Birmania en la segunda guerra mundial. Concretamente entre (1944-1945) con el objetivo de recuperar la isla de Ramree y su vecina Cheduva a los japoneses, quienes se habían hecho con su control en 1942.
El ejército británico y la 71ª Brigada India necesitaban apoderarse de la isla para construir bases aéreas para el suministro marítimo.
MAPA DE RAMREE

Como primer paso para dicha campaña, se envió un ataque anfibio bajo el nombre de “operación matador”, cuya misión consistía en apoderarse del puerto de Kyaukpyu, en el extremo septentrional de la isla y el aeródromo junto al puerto.
Varios reconocimientos aéreos británicos alertaron sobre los movimientos de los japoneses. A marchas forzadas, el ejército imperial colocaba artillería pesada en los puntos altos de la isla para repeler el desembarco de las tropas aliadas.
Ante tales movimientos, la marina real inglesa apoyó la ofensiva con un acorazado y un portaaviones, enjaulando a los japoneses y dejándolos sin apenas escapatoria.
El día 21 de enero comenzó el ataque y asalto a la isla de Ramree. Las baterías antiaéreas japonesas se emplearon a fondo, pero el barrido aéreo aliado llevado a cavo por los B-24 Liberators, y P-47 Thunderbolts, sumado al fuego de los cañones de los barcos ingleses (Acorazado Queen Elizabeth), pronto comenzaron a allanar la toma de la playa por parte de las tropas terrestres de la 4ª división India de Infantería.
BOMBARDEO SOBRE LA ISLA RAMREE

En el otro lado de la isla, se desarrolló el día 26 de enero la operación Sankey, ocupando rápidamente la isla de Cheduba. El cerco estaba establecido. Los japoneses estaban acorralados, pero aún así, en Ramree plantaron dura batalla hasta que cayó uno de sus emplazamientos estratégicos.
Fue en este momento cuando las tropas japonesas, en un número de aproximadamente 900 hombres, decidieron atravesar la isla huyendo del fuego enemigo adentrándose en un territorio de 16 Kilómetros de manglares. Para desgracia de aquellos soldados, la zona por la que trataron de huir era un lugar infecto de mosquitos, plagado de enormes escorpiones y territorio exclusivo del mayor reptil sobre la tierra, el cocodrilo de agua salada.


DESPLIEGUE DE TROPAS ALIADAS

Pronto los soldados japoneses se percataron del enorme error que habían cometido al penetrar en zona tan inhóspita. En cuestión de horas, estaban sumergidos de barro hasta la cintura, y caminar requería un esfuerzo sobrenatural bajo un sol de justicia.

Como si de un nudo corredizo se tratase, británicos e indios, estrechaban el cordón de fuerzas terrestres sobre los japoneses. Cada vez que un soldado japonés intentaba escapar o salir del pantano, era rápidamente abatido por los aliados. Durante días el acoso fue brutal y encarnizado. Los japoneses se resguardaban del fuego enemigo buscando la profundidad del manglar, pero pronto averiguaron que los peligros de la naturaleza eran aún peores que los humanos. El grupo de casi mil hombres avanzaba muy lento. De vez en cuando, un soldado desaparecía bajo el agua emergiendo enseguida una capa espesa de sangre. Segundos después, los gritos de otro infeliz rompían el silencio del lugar, y el resto de soldados salían corriendo horrorizados.
MANGLAR

 Sobre el agua turbia y espesa, una enorme cabeza repleta de afilados dientes zarandeaba al desdichado hasta enmudecer su vida volteando su frágil cuerpo contra el agua una y otra vez. Las muertes se fueron sucediendo tan rápidamente que, en cuestión de horas, el número de soldados japoneses descendió considerablemente. Para colmo de males, algunos hombres comenzaron a enfermar a causa de los mosquitos y otros tantos fueron abatidos por los aliados al intentar escapar.
El festín de los cocodrilos no cesaba. Como si se hubiesen adentrado en la mismísima caverna del infierno, por todas partes aparecían cuerpos mutilados, siendo por momentos tan trágicos y delirantes los gritos que los hombres profesaban, que en el bando aliado un susurro de piedad acalló por momentos la cólera de la batalla.

Mediante megafonía, se instó a los japoneses a deponer las armas y rendirse. Pero los hombres del pantano quisieron desoír la tregua.
COCODRILO DE AGUA SALADA


Los alaridos de dolor erizaban la piel y martilleaban los oídos. Incluso se escuchaba el crujir de los huesos siendo destrozados por las mandíbulas de los cocodrilos.

La batalla de Ramree se convirtió en una auténtica sangría de carne humana.
Cuando los ingleses penetraron en el pantano, tan solo lograron apresar a una veintena de japoneses. Unos quinientos lograron escapar y romper el estrecho cerco aliado. 

El resto de hombres murieron víctimas de las fiebres tropicales, por picaduras de escorpión y la gran mayoría bajo las enormes fauces de los cocodrilos de agua salada.



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