jueves 23 de junio de 2011

CATACUMBAS DE LOS CAPUCHINOS DE PALERMO


J.J.D.R.
Una procesión de huesos y calaveras guían al visitante a través de los pasillos de las catacumbas. Cuerpos momificados cuelgan de las paredes, otros, sucumben impertérritos ante el paso del tiempo en cajones de madera y vitrinas acristaladas.
Juntos, apretados, vestidos con ropas de antaño; ajados cuerpos de miles de momias decoran las estancias de la cripta de los capuchinos de Palermo, en recuerdo de una época en la que un cuerpo bien conservado e incorrupto era el póstumo deseo de los fieles Palermitanos.

CIENTOS DE CUERPOS ESQUELÉTICOS INUNDAN LAS PAREDES

Las catacumbas se encuentran en la ciudad italiana de Palermo bajo el monasterio de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, lugar que antes fue cementerio allá por el siglo XVI, y que posteriormente utilizarían los monjes para el descanso eterno de los miembros de la orden.

GESTOS DE HORROR EN CADA ESQUINA

La sequedad del terreno unido a las corrientes de aire que sopla entre los gruesos muros, ayudó para que los cuerpos allí enterrados se conservasen magníficamente. Éste singular hecho fue advertido por los monjes capuchinos en 1599 cuándo, debido a las reformas que hicieron en las primigenias criptas y que tenían como motivo construir un lugar de descanso y atención para los caminantes, dio con el descubrimiento de cerca de 40 cuerpos momificados de forma natural que se conservaban de manera extraordinaria.



En un principio tan sólo los monjes de la orden podían acceder a su descanso eterno en las catacumbas, hasta que un decreto de la santa sede de 1637, concedió permiso a los capuchinos para enterrar a personas ajenas a la orden.


El cambio en la política interna de la congregación se debió a la necesidad de trasladar los conventos fuera de la ciudad a edificios cedidos por gente acaudalada, cuya única petición era que al fallecer fuesen enterrados en las catacumbas junto a tanta reliquia y santidad eterna.


El clima del lugar en unión con las técnicas que utilizaban los monjes para el embalsamamiento de los cuerpos fenecidos, paralizaban los efectos de la putrefacción y conservando los cuerpos.


La aplicación de baños de vinagre, la inmersión de los cadáveres en cal o arsénico, seguido del cuidadoso arreglo al que se sometían los cadáveres vistiéndolos con sus mejores galas, hicieron del arte de embalsamamiento de los capuchinos una auténtica moda a la hora de ser enterrado, dónde todo acaudalado quería descansar después de muerto.


En un principio fueron los familiares de los frailes quienes quisieron ser embalsamados en el lugar, extendiéndose rápidamente la moda por diferentes ámbitos sociales de Italia e incluso del extranjero, encontrándose hoy día cuerpos momificados tanto de artistas como de militares o personajes influyentes en la economía y la política Italiana.


Morir con rango abolengo era ser embalsamado y expuesto en las catacumbas de los capuchinos.
Una de las momias más antiguas es la del fraile Silvestre de Gubbio, cuyo cuerpo, envuelto en su hábito y encapuchado de forma tétrica, reposa en una de las criptas subterráneas desecado por el paso de los siglos.


Los cuerpos se esparcen por doquier entre las encaladas paredes. Los hay de pie sujetos con ganchos a las paredes, otros tantos están sentados y, en cada rincón, cuerpos y más cuerpos se apilan en una sucesión macabra de siniestro gusto, dónde huesos y calaveras de oscuros y vacíos gestos dejan helado al visitante.


Tras un decreto de exclaustración emitido en 1866, los monjes capuchinos cedieron la custodia de las catacumbas al ayuntamiento de Palermo. Durante el periodo que el cabildo de la ciudad se hizo cargo del mantenimiento del lugar, las estancias y muchos de los cuerpos sufrieron un gran deterioro al no contar con el esmero y cuidado que desempeñaban los monjes en su trabajo.

FRAY SILVESTRO DE GUBBIO

Años más tarde, concretamente en 1897, la orden de los capuchinos regresó para volver a instalarse en el convento, y se afanaron en la restauración de las momias y las galerías. Algunos cuerpos invadidos por hongos fueron desecados eliminando la humedad por medio de telas de saco llenas de paja.


En 1920 se realizó uno de los últimos embalsamamientos. El proceso fue llevado a cavo por el profesor Alfredo Salafia sobre el cadáver de una niña de dos años llamada Rosalía Lombardo. El cuerpo se encuentra en perfecto estado. De la formula utilizada por el profesor para este caso nada se supo, llevándose el secreto a la tumba.

LA NIÑA DE DOS AÑOS ROSALIA LOMBARDO

Durante la segunda guerra mundial varios incendios en las catacumbas destruyeron algunas secciones de galerías y calcinaron varios cuerpos.
Otro incendio ocurrido en 1966, junto a las filtraciones de agua producidas por el arreglo de las calles de la ciudad, fueron ocasionales vicisitudes que fueron solucionadas por los monjes. 


También tuvieron que cercar las momias con vallas metálicas para impedir que los visitantes tocasen los cuerpos y los deteriorasen, acción que aunque parezca macabra, comenzaba a ser habitual en los visitantes que acudían a las catacumbas.


Las galerías y criptas están bien iluminadas. Los visitantes caminan lentamente por los pasillos de blancas paredes.
Allá donde posan sus ojos, cientos de ojos vacíos les devuelven la mirada.


Bocas que se retuercen en monstruosos gestos gritan en silencio, mientras los huesudos dedos de las manos parecen querer arañar un hálito de vida que les regrese a nuestro mundo.
Calaveras ataviadas con sombreros. Niños y niñas con trajes de domingo. Mujeres con blancos vestidos de paseo. Militares que parecen prestos para la batalla. Monjes con hábito y obispos con sus ricas mitras y reliquias adosadas a sus cuellos esqueléticos, de donde cuelga un mísero cartel indicando el nombre del difunto, se apiñan en cada metro cuadrado del recorrido de las catacumbas en una procesión que bien podría ser de zombis de una película de miedo.


Un mundo de huesos y polvo marchito se abre bajo el suelo del convento.
El espectáculo es sombrío y tétrico, aunque las catacumbas de Palermo tan sólo muestran lo que realmente somos… envoltorios frágiles con una innegociable fecha de caducidad.


Aportes y Datos:
En la web;
http://es.wikipedia.org/wiki/Catacumbas_de_los_Capuchinos
Artículo de Reverte Coma (Antropología forense)
http://www.museorevertecoma.org/v2/index.php?option=com_content&view=article&id=90:catacumbas-la-cripta-de-las-momias-de-los-capuchinos-de-palermo&catid=8:ritos-funerarios&Itemid=2
Bibliografía;
Renato Grilletto, Las momias, Ed. Edesco

Recomiendo el siguiente documental de cuarto milenio:

               











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