Miguel A. Torres asegura que Familia Torres seguirá siendo un negocio familiar

Una retirada paso a paso
Al llegar en su coche eléctrico a la sede de Familia Torres en Vilafranca del Penedès, Miguel A. Torres, de 84 años, se muestra como el rostro más reconocido de una historia que lleva más de 150 años. Desde que asumió la presidencia en 1991 ha liderado la transformación de la bodega, pero ahora habla de una jubilación "progresiva". Su agenda todavía está llena: quiere terminar sus memorias, que escribe a mano porque siente que así los recuerdos fluyen con más facilidad, y cerrar varios proyectos estratégicos antes de pasar la antorcha.
El objetivo, según Torres, es claro: que la empresa siga siendo Familia Torres y no se convierta en una entidad anónima controlada por inversores externos. "Mantener el carácter familiar es mi prioridad número uno", asegura el dirigente, que recuerda con orgullo el apodo de "la Trinca" que recibió la familia en el Penedès a mediados del siglo XX.
Desafíos del sector y respuestas estratégicas
El panorama del vino no es fácil. El cambio climático amenaza la calidad de la uva, el consumo de alcohol muestra signos de descenso y los aranceles en Estados Unidos siguen generando incertidumbre. Torres cuenta que la bodega ha aprendido a sobreponerse a situaciones extremas: su padre volvió del campo de concentración en 1939 para encontrar la bodega bombardeada, y aun así la empresa se reconstruyó.
Hoy, la compañía está en una posición financiera robusta. El año pasado alcanzó unos ingresos superiores a 242 millones de euros y un crecimiento del 6 % en volumen. Este impulso se ha visto reforzado por el auge del turismo en España y la apertura de nuevos mercados de exportación, donde la marca está ganando presencia, sobre todo en Asia y América del Sur.
En cuanto al clima, Torres describe la situación como su "principal preocupación". La bodega está invirtiendo en viñedos más resilientes, en tecnologías de riego inteligente y en prácticas agrícolas sostenibles que reduzcan la huella de carbono.
El descenso del consumo de alcohol también ha llevado a la empresa a diversificar su oferta: más vinos de bajo grado, líneas de productos sin alcohol y experiencias enoturísticas que buscan atraer a un público más amplio y consciente.
En el plano comercial, los aranceles en EE. UU. han obligado a buscar rutas alternativas de distribución y a reforzar la presencia en países de la Unión Europea, donde las barreras son menores.
- Inversión en viñedos adaptados al calor.
- Desarrollo de vinos con menores grados alcohólicos.
- Expansión a mercados asiáticos y sudamericanos.
- Fomento del enoturismo como fuente de ingresos.
Con estos movimientos, Torres se muestra optimista pero sin perder de vista los riesgos. La combinación de tradición familiar y una visión moderna le permite a la bodega proyectarse hacia el futuro sin perder su identidad.
Escribir un comentario